Lynn Margulis, una científica revolucionaria

[Nota: Laura es profesora interina en un instituto, una «vendedora ambulante de amor a la ciencia, una de tantas», dice. Cada año, si tiene suerte —cada vez son mayores las trabas y las inseguridades—, lleva sus mercancías por distintos rincones de Cataluña. Pero no os dejéis engañar por su humildad, el género que les ofrece a sus alumnos es de primerísima calidad: está hecho a base de conocimiento y pasión. En este texto nos cuenta quién es la responsable de su amor por la biología.]

El pasado jueves, 22 de noviembre, se cumplió un año del fallecimiento de Lynn Margulis, la científica norteamericana que da nombre al laboratorio de ciencias del instituto. Una revolucionaria de la ciencia que también revolucionó mi curiosidad.

Así pues, ¿qué es la vida? Es un artístico caos controlado, un conjunto de reacciones químicas tan maravillosamente complejas que dio lugar al cerebro de los mamíferos que ahora, en forma humana, escribe cartas de amor y utiliza ordenadores de silicio para calcular la temperatura de la materia en el origen del universo

«¿Qué es la vida?», de Lynn Margulis y Dorion Sagan

En mi último año de instituto, una amiga de la familia me regaló el libro «¿Qué es la vida?», escrito por Lynn Margulis junto con su hijo, Dorion Sagan (sí, sí, su padre era Carl Sagan). En él leí por primera vez estas palabras: «La vida es un artístico caos controlado» y, ¡pum!, se abrió de par en par la puerta de mi curiosidad científica. ¿La vida, caos? Eso yo lo tenía que entender. Lo que Gerald Durrell había desencadenado con «Mi familia y otros animales», mi pasión por observar y comprender la naturaleza, tomaba ahora una dimensión más adulta. Decidí firmemente lo que quería ser de mayor: bióloga.

Ese mismo curso tuve una profesora de filosofía excepcional, Gabriela. Sus clases eran viajes trepidantes por el mundo del pensamiento, en las que encontré a muchas personas que, ya antes que yo (la falta de humildad adolescente es un defecto necesario para poder comerse el mundo), habían querido entender ese caos. Empecé a darme cuenta de que la biología era pura filosofía, que la ciencia era pensamiento, era una manera de intentar entender el mundo al alcance de todos. Cada vez lo tenía más claro.

La pregunta «¿Qué es la vida?» es, pues, una trampa lingüística. Para darle respuesta de acuerdo con las reglas gramaticales hemos de hacerlo con un sustantivo, el nombre de una cosa. Pero la vida en la Tierra se parece más a un verbo. Repara, conserva, crea y se sobrepasa a sí misma.

«¿Qué es la vida?», Lynn Margulis y Dorion Sagan

Así fue cómo, a finales de aquel 1996, comencé la carrera. Una carrera apasionante, decepcionante en ocasiones —no todos los biólogos conservan la chispa de la curiosidad— un viaje que duró años, rodeada de compañeros, compañeras y grandes profesores, de cuya mano fui esbozando la comprensión de la vida. Porque a la vida no la puedes acotar, no puedes decir: «aquí empieza esto, hasta aquí llega eso otro». Siempre rebasa los límites y, como dice Alessandro Baricco en su libro «Océano»: «Allí donde la naturaleza pone los límites, comienza el espectáculo».

Lynn Margulis, una científica revolucionaria | Por amor a la ciencia
Fuente: naturalezacantabrica.blogspot.com

Cada vez que me lo pregunto, lo tengo bien claro: volvería a estudiar la carrera de principio a fin.

En la universidad conocí de cerca ese reino que Margulis tanto amaba: el reino Monera, el de las bacterias, estos microorganismos vistos como enemigos de la higiene y causantes de tantas enfermedades. Del mismo modo en que Jane Goodall dedicó su vida al estudio y la conservación de los chimpancés, Margulis se erigió en defensora de las bacterias. ¡Las bacterias! Las primeras formas de vida, los primeros ensayos de caos controlado, las que llegaron y lo inventaron todo: la respiración, la fotosíntesis, la reproducción asexual, el intercambio genético; las que han llegado a todos los hábitats posibles del mundo… ¡¡¡y las que dieron lugar a la célula eucariota al vivir en comunidad!!! La primera vez que me explicaron la teoría endosimbiótica de Lynn Margulis me pareció un terrible cuento para niños: una bacteria devoraba a otra que se quedaba a vivir en su interior y trabajaba para ella. Finalmente, comprendí que cada célula eucariota es como una cooperativa en la que cada uno tiene su función, una simbiosis múltiple. Y la idea tuvo que ser muy buena, porque a partir de las primeras células eucariotas se originó la gran diversidad de formas en que la vida, artísticamente, puebla todo el planeta Tierra.

Lynn Margulis reclasificó los seres vivos y propuso los cinco reinos actualmente aceptados: Monera, Protoctista, Hongos, Plantas y Animales.

Margulis enfocó el problema de modo diferente y recurrió a la simbiosis, que ella describía: La simbiosis es la coexistencia, mediante un contacto físico, de dos o más especies diferentes de organismos durante la mayor parte de su vida. Ha sido un mecanismo fundamental de la evolución: para producir cambios evolutivos rápidos, las relaciones simbióticas que se convierten en permanentes son más eficaces que las mutaciones al azar. Por ejemplo, hay algas que, para colonizar lugares donde se alternan las condiciones de humedad y sequía, han establecido una asociación simbiótica con hongos que crecen a la orilla del mar y han formado líquenes costeros. Y si se privara a una vaca de los microorganismos que contiene su aparato digestivo, que la ayudan a digerir la celulosa, moriría de desnutrición en unas pocas semanas. El alga y el hongo, o la vaca y sus microorganismos, han expandido su ambiente estableciendo relaciones simbióticas permanentes e integradas.

Fuente: Endosimbiosis, Margulis y Darwin (laverdad.es)

Y, claro, está Darwin. Llegó el día en que comprendí que la teoría endosimbiótica se enfrentaba al propio Darwin y sus discípulos, los neodarwinistas, e incluso iba más allá. Qué mujer tan osada, ¡mira que discutir uno de los paradigmas más sólidos de la ciencia! Los neodarwinistas explicaban cómo evolucionaban las especies, partiendo, como única fuente de variabilidad genética, de las mutaciones que al azar generaban nuevas formas de resolver la vida. Y las mejores formas, las mejor adaptadas, se reproducían y dominaban sobre el resto. Por tanto, la competitividad, la ley del más fuerte, parecía imperar en la naturaleza. Y eso era muy del gusto de los personajes más siniestros de la historia del siglo XX, que se apropiaron de estas ideas para justificar atrocidades: los darwinistas sociales.

El darwinismo social generalmente utiliza los conceptos de lucha por la existencia y supervivencia de los más aptos para justificar políticas sociales que no distinguen entre quienes son capaces de mantenerse por sí mismos y quienes no pueden hacerlo. Esta manera de ver las cosas suele ser la que asumen los partidarios del capitalismo del laissez-faire, pero también ha dado pie a ideas como la eugenesia, el racismo científico, el imperialismo, el fascismo, el nazismo y la lucha entre grupos nacionales o raciales

Fuente: Darwinisme social (Viquipèdia)

Así pues, el descubrimiento de Margulis no solo tenía influencia en el campo científico, también rebatía ideas políticas y sociales, al romper con una idea individualista y feroz de la naturaleza humana. Esta mujer cada vez me caía mejor…

Hace ahora seis años, en 2006, tuve la suerte de poder ir a escuchar en directo a Lynn Margulis en una conferencia dentro del ciclo “Vida”, en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), ante más de 600 personas. Fue fantástica. Nunca la había oído hablar y allí pude comprobar que, además de ser una gran científica, era gran maestra. Cuando terminó el acto, me acerqué a ella y le conté mi historia, cuánto me había influido su libro, por qué había estudiado biología… Además, le dije que había decidido ser profesora de biología y que ella había sido, a través de sus libros, mi mejor referente.

Fue un momento muy emocionante para mí, estuvimos charlando un rato y compartimos el placer de enseñar y la importancia de hacer llegar la ciencia a todo el mundo, para que pueda ser una herramienta de cooperación y progreso para todas las personas y poblaciones humanas. Naturalmente, salí de allí con su libro, gastado por los años y las lecturas, ¡dedicado y firmado!

Y aquí, en este instituto, se escribe el más reciente capítulo de mi interminable historia con Margulis: Cuál no sería mi sorpresa el primer día que entré aquí, al ver que el laboratorio donde pasaría tantas horas dando clase se llamaba ¡¡Lynn Margulis!!

[Podéis encontrar muchísima más información interesante sobre Margulis (en catalán, castellano e inglés) en este blog: La lectora corrent.]

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