Carlos Magdalena, el mesías de las plantas

En este libro de viajes y aventuras, el conservador estrella de los Jardines Botánicos de Kew, en Londres –uno de los más importantes del mundo–, el español Carlos Magdalena, relata sus experiencias en algunos de los rincones más remotos de la tierra a los que ha viajado con la misión de rescatar, clasificar y preservar las especies más exóticas del planeta. El mesías de las plantas es la historia de un hombre extraordinario que dedica su vida a rescatar las especies más extraordinarias del mundo vegetal.

El mesías de las plantas habla con el cazador de cerebros, Pere Estupinyà, en el Real Jardín Botánico de Madrid.

En 1980, un niño descubrió el último ejemplar de una variedad de arbusto llamada Ramosmania rodriguesii, también conocida como café marrón. Antiguamente florecía en abundancia en el archipiélago de Mauricio, pero hoy se encuentra en peligro de extinción y corre el riesgo de desaparecer para siempre. Sólo un puñado de hombres y mujeres se atreverían a arrancarle un esqueje, plantarlo en un entorno más seguro y recolectar las semillas que pudiera producir. El asturiano Carlos Magdalena es una de esas personas. De ahí que lo llamen «el mesías de las plantas».

En 2010, Pablo Tuñón, periodista de La Nueva España, lo bautizó de ese modo en un artículo. El sobrenombre se popularizó con rapidez y los medios de comunicación empezaron a hacerse eco no tanto del alias como del trabajo que su dueño realizaba: salvar plantas al borde de la extinción.

«Si no pueden producir semillas para asegurar su supervivencia, porque sus poblaciones están muy fragmentadas o esquilmadas o las supervivientes apenas tienen un hilo de vida, necesitan que alguien alce la voz por ellas. Necesitan que alguien diga: “No voy a tolerar la extinción”. Alguien que comprenda la ciencia de las plantas y que defienda apasionadamente su causa, utilizando todos los medios posibles para garantizar su supervivencia».

Carlos Magdalena está dedicando su vida a recorrer el mundo a la búsqueda de los últimos ejemplares de todas las plantas cuya población haya sido diezmada por la acción del hombre. Cuando los encuentra, trata de conseguir alguna semilla, que planta de inmediato en el jardín botánico donde trabaja, creando las condiciones necesarias para que los retoños prosperen.

«Carlos Magdalena, el resucitador de las plantas olvidadas» (artículo en El País Semanal)

Su trabajo es de una importancia capital para el futuro del planeta e incluso para la evolución de la ciencia médica. Cada uno de los ejemplares que él protege tiene un potencial transformador enorme y contiene en su código genético parte de la historia de la Tierra. Cada vez que impide que una de esas plantas se extinga, nos proporciona un rayo de esperanza respecto a nuestro propio futuro.

El mesías de las plantas cuenta las andanzas de Magdalena en sus viajes a la búsqueda de especies en peligro de extinción, pero también nos invita a reflexionar sobre el colonialismo botánico que llevamos más de un siglo imponiendo en el planeta. Porque, ¿acaso alguien cree que los incendios que arrasan el norte de España no guardan relación con la erradicación de la flora autóctona en aras de una vegetación más productiva? Del mismo modo, cada vez que echamos cemento sobre la tierra, estamos aplastando el hábitat de algunas plantas que tal vez no vuelvan a crecer, y cuando introducimos una nueva especie animal en una isla (por ejemplo, cabras) corremos el riesgo de que se coma toda la flora, incluso la que no florece en otras regiones.

«Las plantas son la clave del futuro del planeta –para nosotros y para nuestros hijos-; sin embargo, cada día, miles de millones de personas las dan por supuestas y con frecuencia desprecian sus beneficios. Su ignorancia e indiferencia me frustran y a veces me indignan».

Magdalena nos invita a reflexionar sobre estos y otros asuntos –las patentes farmacéuticas, la biopiratería, la burocracia botánica, etc.– en un libro de viajes y aventuras que nos ayudará a comprender que cada planta es un organismo vivo que necesita de nuestra colaboración para sobrevivir y que, en agradecimiento, nos compensa asegurando el correcto funcionamiento del ecosistema.

«Lo más importante con las plantas es la obsesión y la pasión; si no la tienes, no vas a ningún sitio. Si te ciñes a las técnicas tradicionales, nunca sobrepasarás los límites ni harás descubrimientos. Tienes que obsesionarte para avanzar».

Carlos Magdalena presentó El mesias de las plantas en Efecto Doppler de Radio 3
Carlos Magdalena presentó El mesías de las plantas en Efecto Doppler de Radio 3

Carlos Magdalena nació en Gijón en 1972. Sus padres –en especial, su madre– le inculcaron el amor a las plantas, haciéndole ver los problemas que la deforestación y la sustitución de especies autóctonas habían provocado en Asturias.

«Una de las consecuencias es que hoy en día, sin muchos cambios en lo que a política forestal se refiere y con más pinos y eucaliptos que nunca, España se incendia todos los veranos (y últimamente también todos los otoños)».

La pasión de sus padres por el ecosistema y la fascinación que Carlos sintió por el programa de Félix Rodríguez de la Fuente hicieron de él un amante de la naturaleza desde una edad muy temprana, como demostró al identificar su primera una Drosera rutundifolia (rocío de sol común) y al plantar su primer injerto (kiwi) con tan solo diez años.

Con todo, la vida le llevó a montar un bar con unos amigos y a trabajar posteriormente en Agenda 21, un plan internacional para mejorar la calidad medioambiental de las ciudades. Hasta que un día, a la edad de 28 años, decidió hacer el petate y mudarse a Londres, donde quedó fascinado con la belleza del Real Jardín Botánico de Kew. La vegetación de aquel lugar le hizo desear trabajar allí y, tras mostrar su vehemencia ante el jefe de personal, consiguió una plaza como becario.

«Kew aloja las colecciones botánicas y micológicas (de hongos) más grandes y diversas del mundo. Esto incluye unos siete millones de especímenes de plantas secas en el herbario; una colección de más de 19.000 especies de plantas vivas en los jardines de Wakehurst Place; 1,25 millones de especímenes fúngicos secos en el fungario; más de 150.000 transparencias de cristal que muestran en detalle la micromorfología de las plantas; 95.000 especímenes y objetos de etnobotánica y de botánica económica, que ponen de manifiesto el alcance del uso humano de las plantas; el banco de ADN y tejidos de plantas silvestres más grande del mundo (con 50.000 muestras de ADN, que representan más de 35.000 especies), y más de 2.000 millones de semillas (de unas 35.000 especies) en el Millennium Seed Bank».

Poco a poco, Carlos Magdalena fue ascendiendo en el organigrama del jardín botánico, hasta conseguir que le asignaran la labor de viajar por el mundo a la búsqueda de los últimos ejemplares de especies en peligro de extinción.

Estas son algunas de las especies en peligro de extinción que han marcado la carrera de Carlos Magdalena:

Ramosmania rodriguesii-IMG 7087Ramosmania rodriguessi (café marrón): Esta planta ha vertebrado la carrera profesional de Carlos Magdalena. Viajó a la isla Rodrigues (Mauricio) para conseguir un esqueje que asegurara su supervivencia. Para conseguir que las semillas prosperaran, tuvo que aplicar técnicas experimentales que, en caso de no funcionar, podrían haberle hecho perder el puesto de trabajo.

«El autor explicaba que durante cuarenta años se había supuesto que la planta, que solo se da en la isla Rodrigues, estaba extinta, hasta que un niño la había encontrado por casualidad. Kew había logrado que prosperaran varios esquejes de ella, que estaban dando abundantes flores, pero estas no producían semillas nunca, por lo que técnicamente seguiría extinta en un futuro no muy lejano. Las semillas eran lo único que podía garantizar su supervivencia a largo plazo en la naturaleza».

Hyophorbe lagenicaulis FHyophorbe amaricaulis («el organismo más solitario del mundo»): Esta especie tiene la historia más triste de la Historia de la Botánica. Sólo queda un espécimen en todo el mundo y se encuentra en el Jardín Botánico de Curepipe (Mauricio). Nadie sabe si alguien lo plantó allí o si es una reliquia de la vegetación original. Hacia el siglo XVIII estuvo muy extendida por la isla, pero hoy sólo queda ese ejemplar al que los expertos denominan «el organismo más solitario del mundo».

«Se la conoce como ‘el organismo más solitario del mundo’, aunque nunca ha sido tan famosa como el Solitario George, la última tortuga que queda en isla Pinta, en las Galápagos, que estuvo sola durante cuarenta años antes de morir».

Carlos Magdalena - Nymphaea thermarum

Nymphaea thermarum (nenúfar africano): Carlos Magdalena siempre ha sentido predilección hacia los nenúfares. En su Asturias natal, disfrutaba observándolos y experimentando con ellos. Ya en su carrera profesional, consiguió cultivar una especie africana (Nymphaea thermarum) que, pese a dar semillas, nunca prosperaba. Magdalena descubrió que el problema estaba en la incapacidad de la planta para absorber CO2.

«La suerte de la Nymphaea thermarum me preocupó durante varias semanas. No me la podía quitar de la cabeza, y me devanaba los sesos pensando en cómo podría descifrar el código que me conduciría a una receta para cultivar esta planta. Me negaba a aceptar que esta especie no tardaría en extinguirse y que no llegaría un momento en el que habría más material con el que trabajar. Tenía que hacer algo».

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