Jared Diamond: Tenemos mucho que aprender de las sociedades tradicionales
El biólogo y geógrafo estadounidense Jared Diamond es uno de los más reconocidos divulgadores científicos de la actualidad. Autor de libros como Armas, gérmenes y acero, por el que recibió el premio Pulitzer, o Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen, volverá a las librerías en septiembre con El mundo hasta ayer: ¿Qué podemos aprender de las sociedades tradicionales?.
En su nuevo libro, Diamond, que lleva cincuenta años estudiando las culturas tradicionales de Papúa-Nueva Guinea, reflexiona sobre varios aspectos en los que nuestras modernas sociedades occidentales bien harían en aprender de las sociedades tradicionales neoguineanas, como por ejemplo el cuidado de los niños
o la resolución de conflictos. «No debemos idealizar a las sociedades tradicionales», nos advierte, pero tampoco «condenarlos como salvajes o bárbaros. Tienen cosas maravillosas, pero también otras espantosas.»
En este vídeo de The Guardian (con subtítulos en inglés y en español), Diamond expone sus argumentos principales:
Potencialmente, de todo lo que hacen podemos aprender algo. De lo que he aprendido en Nueva Guinea, lo que más ha influido en mi vida ha sido: cómo criar a los hijos (a la hora de criar a los nuestros, mi mujer y yo nos fijamos en cómo lo hacían los neoguineanos); y también me ha influido mucho su manera de hacer frente al peligro. En sociedades sin policía ni hospitales, si uno comete un error no recibirá ayuda ni de policías ni de médicos, por eso los neoguineanos deben estar muy atentos al peligro, y tienen muy presente el peligro que corren, cosa que no nos sucede a británicos y estadounidense. Por ejemplo, yo tengo mucho cuidado para evitar caídas en la ducha. «¡Qué banalidad!», pensará alguien, pero no hay más que leer los obituarios en los periódicos para ver que, sobre todo en personas mayores, una causa habitual de muerte o lesión grave son las caídas en la acera, en las escaleras o en la ducha, y yo he aprendido en Nueva Guinea a tenerlo presente, y tengo mucho cuidado cuando me ducho.
Los niveles de violencia son, en promedio, más altos en las sociedades tradicionales que en las estatales. Por supuesto, hay excepciones: sociedades estatales violentas, sociedades tradicionales pacíficas, pero la probabilidad de sufrir una muerte violenta es bastante más alta en una sociedad tradicional, no porque la gente sea más malvada o más violenta, sino porque existen diferencias evidentes entre las sociedades: no existe un cuerpo de policía; no existe un gobierno centralizado que firme tratados de paz o declare la guerra; ni un pequeño ejército profesional, para que solo los hombres jóvenes arriesguen su vida en la guerra, sino que todos los hombres sanos de cualquier edad participan en las guerras. No hay cárceles, ni instalaciones para sacar provecho y cuidar a los prisioneros, así que no toman prisioneros. Cuando se capturas personas, son asesinadas, mientras que nosotros sí tomamos prisioneros, y en las sociedades modernas matarlos es algo horrible. Así que existen razones, debidas a las diferencias entre las sociedades, para los resultados… Que no son mis resultados: muchos estudiosos han tabulado los niveles de violencia en sociedades tradicionales y con estado, y la conclusión es que, en promedio, la violencia es mayor en las sociedades tradicionales que en las estatales.
La diferencia es muy marcada en cuanto a la resolución de conflictos, y es bueno hablar de ello después de hacerlo de la violencia. No quiero dar la impresión de que, siempre que hay una disputa, termina inmediatamente en luchas tribales. Lo que sucede es lo contrario: cuando hay una disputa, como se produce entre personas que seguirán viéndose durante el resto de sus vidas, el objetivo es resolverla de manera que se alcance la reconciliación emocional, para poder seguir tratando con la persona que te ha robado un cerdo, o no ha pagado el precio convenido por casarse con tu hermana, de manera que uno pueda seguir tratando con esa persona durante el resto de su vida. Mientras que en Reino Unido y en EEUU, cualquiera que conozca la justicia civil o penal sabe que lo que menos le importa al sistema judicial es que las partes de la disputa se reconcilien. Al Estado no le importa si el delincuente y la víctima consiguen una reconciliación emocional, ni si una pareja, al divorciarse, mantiene una buena relación, o si unos hermanos, al disputarse la herencia, se dejan de hablar para siempre o no. Nosotros, acostumbrados a los sistemas estatales, sabemos que sus efectos son a menudo catastróficos. En los sistemas tradicionales de resolución de conflictos, lo importante no es dilucidar el bien y el mal, sino la reconciliación emocional y la recuperación de la relación.
Por desgracia, cuando la gente se acerca a las sociedades tradicionales se corren dos riesgos: el de verlos como salvajes, bárbaros que deberían ser exterminados, barridos de la faz de la Tierra (esa tradición se remonta a Thomas Hobbes); en el extremo opuesto está la idea de que los pueblos tradicionales son «ecologistas», que viven en armonía con su entorno, amables y pacíficos. Ambas visiones extremas son falsas. Existen razones por las que la gente hace lo que hace. Yo estoy en un punto medio. Entiendo, observo a los pueblos tradicionales y cuento lo que veo. Pero cuando uno está en el medio, siempre recibirá ataques de los extremistas de ambos lados. Y, sí, eso es lo que me pasa a mí.
¿Será posible escribir un libro como el mío dentro de 50 años? Las sociedades tradicionales están cambiando… Prácticamente todas ellas, salvo unas pocas tribus en zonas remotas de Nueva Guinea y la Amazonía, están en contacto con sociedades estatales, y están cambiando. ¿Se modernizarán todas las sociedades tradicionales, vivirán todas, dentro de 50 años, como los británicos y estadounidenses modernos? No. Japón ha estado en contacto con el mundo occidental desde 1855 y, en efecto, Japón se ha industrializado, tiene un parlamento, un ejército y un sistema de educación nacionales, pero los japoneses siguen hablando japonés, y siguen escribiendo en kanji, y siguen siendo un pueblo muy distinto. Sí, dentro de 50 años, con la globalización, la cultura occidental se habrá extendido por el mundo, pero habrá muchos pueblos tradicionales que seguirán hablando sus lenguas, y, gracias a Dios, seguirán practicando muchas de sus formas de vida tradicionales, de las cuales nosotros podemos aprender.
El mundo hasta ayer: ¿Qué podemos aprender de las sociedades tradicionales?, publicado por Debate, sale a la venta el próximo 19 de septiembre.
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