La historia de la física en cuatro minutos

(El vídeo está subtitulado en inglés y en español.)

Transcripción

La historia de la física es, en general, una historia de una confianza cada vez mayor. Durante 300 años, la física se ha dedicado a observar y medir cómo funcionan las cosas.

A principios del s. XVII, un italiano puso la bola en movimiento al dedicarse a medir bolas en movimiento. Galileo también midió péndulos y dejó caer objetos de distintos tamaños desde la torre inclinada de Pisa, para ver qué sucedía. Y, aunque irritó al Papa —al parecer, sus ideas habían enfadado mucho a Dios— , la obra de Galileo se convirtió en la roca sobre la que se erige la física moderna.

Después, a salvo de Papas iracundos, Isaac Newton fue más allá al abandonar las bolas y pasarse a las manzanas. ¿Por qué, se preguntaba, siempre caían hacia abajo, y no de lado o hacia arriba? En 1687 encontró la respuesta: era una fuerza, llamada gravedad, que afectaba a las bolas y a las manzanas. Y a los planetas, haciendo que trazasen órbitas predecibles alrededor del Sol.

En el siglo XIX, James Clerk Maxwell centró su atención en otros misterios. Demostró cuál es la relación entre electricidad y magnetismo, que se pueden combinar en una fuerza: el electromagnetismo. Y que la luz tenía partes eléctrica y magnética, y viajaba en forma de ondas, como el agua.

La física estaba en racha. Los nuevos descubrimientos se basaban en los anteriores, y algunos incluso tenían usos prácticos: las leyes de Newton predijeron la existencia de Neptuno. El trabajo de Maxwell nos proporcionó la radio y la tv, y no haya nada mucho más útil que eso. Parecía que los físicos habían logrado dominar el universo; y lo único que quedaba era tapar los huecos restantes.

Pero, a principios de s. XX, los huecos eran cada vez mayores. Y los nuevos descubrimientos no se basaban en los antiguos. Cosas como los rayos X y la radiactividad eran simplemente raras, en sentido negativo. No todo iba bien en el mundo de la física. El destacado científico Lord Kelvin veía oscuros nubarrones que se cernían sobre la física.

Entonces, en 1905, un técnico de patentes de Suiza desencadenó toda una tormenta. Albert Einstein, de 26 años, se salió del guion. Primero, afirmó que la luz es un tipo de onda, pero que también toma la forma de paquetes, o partículas. Ese mismo año, publicó su famosa ecuación, E = mc^2, que afirma que la masa y la energía son equivalentes. Y por si eso fuera poco, publicó también los asombrosos resultados de un experimento mental. Agárrense la cabeza.

Empieza suponiendo que la velocidad de la luz en el vacío es constante. Imaginemos que alguien ve una nave volando a toda velocidad. Lo que verían sería que los relojes en la nave marcan el tiempo más despacio que su propio reloj; y que la longitud de la nave disminuiría. Pero, para los astronautas en su interior, todo sería normal. Einstein decía que el tiempo y el espacio podían cambiar, que son relativos en función de quién los observa. Esto es la relatividad especial.

Puede que fuese especial, pero no era suficiente. Albert no había hecho más que empezar. A continuación, demostró que las bolas y las manzanas no eran las únicas cosas sujetas a la gravedad. La luz, el tiempo y el espacio también se veían afectados. La gravedad ralentiza el tiempo y curva el espacio. Cuanto más intensa es, más se curva el espacio y más se desvía la luz. Einstein lo denominó «relatividad general».

Sus ideas hicieron que la física tradicional saltase por los aires. Abrió la puerta al extraño mundo de la cuántica, donde los gatos pueden estar vivos y muertos, donde Dios juega a los dados, y donde todo es incierto.

Su famosa ecuación condujo a la energía nuclear. Sin la relatividad especial el Gran Colisionador de Hadrones no tendría sentido. La relatividad general predijo los agujeros negros y el Big Bang, una idea que ahora aceptan tanto la Iglesia como la ciencia. Algo que a Galileo le habría gustado ver. Bien hecho, Albert.

Fuente: BBC Science Club — Physics, de Asa Lucander en Vimeo (a través de FastCoDesign)

Un físico de bajas temperaturas acepta el reto del cubo de agua helada

«¿Quién mejor para aceptar el reto del cubo de agua helada en favor de la investigación sobre esclerosis lateral amiotrófica (ELA) que un físico de bajas temperaturas?», pregunta Sean Carroll en Facebook«>en Facebook.

Thomas F. Rosenbaum, físico experto en el comportamiento de la materia a temperaturas próximas al cero absoluto y presidente del Instituto Tecnológico de California (Caltech), acepta el reto en un escenario peculiar: el canal del Laboratorio de Dinámica en la Superficie Terrestre (Earth Surface Dynamics Laboratory), donde se estudia cómo fluyen los ríos sobre la superficie terrestre y en otros planetas. (Como dejan claro los autores del vídeo: «En los experimentos que se llevan a cabo en el canal solo se emplea agua reciclada. No se derrochó ni una gota de agua en la realización de este vídeo.»)

Rosenbaum aprovecha para hacer una defensa de la importancia de la investigación básica para hacer frente a los grandes problemas de la humanidad, incluidas enfermedades tan terribles como la ELA.

Transcripción

Hola, soy Tom Rosenbaum, presidente del Instituto Tecnológico de California. Estoy respondiendo al desafío de mi ex amigo Raphael Reif, presidente de «ese otro» instituto tecnológico, el MIT.

Estoy en el canal de Caltech. Aquí es donde estudiamos cómo fluyen los ríos en la Tierra y en otros planetas. Este tipo de investigación fundamental nos permitirá avanzar en la resolución de los problemas de la humanidad, como la ELA.

Como es sabido, Lou Gehrig decía que era el hombre más afortunado del mundo, a pesar de padecer esta terrible enfermedad. Creo firmemente que gracias a la investigación básica como esta habrá gente que sobrevivirá y podrá dar testimonio de cómo el apoyo a la ciencia ha ayudado al progreso de la humanidad.

Voy a lanzar este desafío de nuevo hacia la costa este, y le pido a Laurie Leshin, presidenta del Instituto Politécnico de Worcester, y antigua alumna de Caltech, que se una a este heroico proyecto, y también a mi antiguo colega en la Universidad de Chicago —y actualmente su rector— Eric Isaacs, a que asuma el reto.

Pueden ver cómo el agua empieza a verterse desde el canal, así que supongo que ha llegado el momento de que los alumnos de Caltech pongan en riesgo sus carreras y me empapen con agua helada.

Bien, estoy preparado.

Quiero que sepan que soy físico de bajas temperaturas, pero experiencias como esta no se viven en el laboratorio.

Muchísimas gracias. ¡Puaj!

(Sean Carroll, físico teórico en Caltech, es autor de La partícula al final del universo, sobre el descubrimiento del bosón de Higgs)

Buenas vibraciones: reconstrucción de sonidos a partir de información visual

Parece algo propio de una película de ciencia ficción, o al menos de alguna de la saga de James Bond, pero, al parecer, investigadores del MIT, Microsoft y Adobe han desarrollado un algoritmo capaz de reconstruir una señal sonora a partir del análisis de las diminutas vibraciones de los objetos grabados en vídeo. En uno de sus experimentos, como se relata en el vídeo, llegaron incluso a recuperar una conversación humana inteligible a partir de las vibraciones de una bolsa de patatas fritas mediante una grabación obtenida desde 5 metros de distancia y con la cámara situada tras una ventana insonorizante.

Transcripción

Cuando un sonido se topa con un objeto, hace que este vibre. El movimiento de esta vibración crea un sutil señal visual, normalmente invisible para el ojo humano.

En nuestro trabajo, demostramos cómo, utilizando solo un vídeo del objeto y un algoritmo de procesamiento podemos extraer esas minúsculas vibraciones y recuperar parcialmente los sonidos originales, lo que convierte los objetos cotidianos en micrófonos visuales.

En el vídeo de alta velocidad sin sonido que se muestra aquí a la izquierda, vemos las hojas de una planta en una maceta (que se puede ver a la derecha). El vídeo se grabó mientras en un altavoz próximo sonaban las notas de «Mary Had a Little Lamb». Aunque estamos viendo el vídeo a cámara lenta, las vibraciones producidas por la música son tan sutiles que mueven las hojas de la planta menos de una centésima de píxel, por lo que a simple vista parece que está inmóvil. Pero combinando y filtrando el levísimo movimiento que tiene lugar en la imagen, somos capaces de recuperar este sonido.

En nuestro siguiente experimento, recuperamos habla humana a partir de un vídeo de alta velocidad de una bolsa de patatas tirada en el suelo. Pero, para complicar un poco las cosas, esta vez colocamos la cámara fuera, tras una ventana insonorizante.

Esto es lo que un teléfono móvil pudo grabar desde el interior, junto a la bolsa de patatas. Y esto es lo que pudimos recuperar a partir del vídeo de alta velocidad grabado desde el exterior, tras el vidrio aislante.

En este siguiente experimento, recuperamos música a partir de un vídeo de alta velocidad de unos auriculares conectados a un ordenador portátil. A continuación, tomamos el sonido recuperado y utilizamos software de reconocimiento de audio para identificar automáticamente la canción que estaba sonando.

La mayoría de las frecuencias audibles son mucho mayores que la velocidad de grabación estándar, por lo que todos los resultados que hemos visto hasta ahora se obtuvieron a partir de vídeo grabado con una cámara de alta velocidad, capaz de obtener miles de imágenes por segundo.

Pero en este siguiente experimento demostramos que, utilizando las capacidades del obturador de persiana que incorporan la mayoría de las cámaras normales, a veces se puede recuperar sonido cuyas frecuencias son varias veces más altas que la velocidad de grabación del vídeo, lo que permite obtener audio a partir de vídeo grabado con cámaras normales.

Aquí vemos un vídeo de una bolsa de caramelos grabado a 60 fps con una cámara DSLR normal, mientras la música de «Mary Had a Little Lamb» sonaba a través de un altavoz cercano. Aplicando una variación de nuestra técnica sobre la grabación original, logramos obtener este audio, que incluye frecuencias más de cinco veces mayores que la velocidad de grabación de nuestra cámara.

Fuente: Extracting audio from visual information (MIT News, 4 de agosto de 2014)

Más información: http://people.csail.mit.edu/mrub/VisualMic/

Stephen Hawking: el «hombre más inteligente del mundo» también sabe reírse

John Oliver es un actor y cómico británico que se ha hecho famoso en Estados Unidos como corresponsal en el programa The Daily Show de Jon Stewart. Desde hace unas semanas, dirige y presenta su propio programa satírico, Last Week Tonight, donde ya ha tenido tiempo para lanzar invectivas contra la corrupción de la FIFA en la organización del mundial de Brasil o contra la supuesta imparcialidad con la que la mayoría de los medios estadounidense trata el cambio climático global, sobre el que el consenso entre los científicos es apabullante, pero que se suele presentar como si aún fuera objeto de debate.

Esta semana, Oliver entrevista al físico británico Stephen Hawking, que muestra aquí su cara más cachonda:

Transcripción

A lo largo de los siglos y los milenios, ha habido incontables millones de idiotas, y también un puñado de personas inteligentes. Hemos entrevistado a algunos de estos últimos para nuestra serie «Grandes mentes. Gente que piensa bien.» La persona que piensa bien de esta semana es Stephen Hawking.

El profesor Stephen Hawking es un físico revolucionario, autor de bestsellers internacionales y un popular personaje en Los Simpson.

[Stephen Hawking:] «Si busca problemas, los va a encontrar.»
[Director Skinner:]: «Ya, eso habrá que verlo… ¡Oh!»

Sus trabajos innovadores sobre agujeros negros y teoría de cuerdas son, para todos los que fingen entenderlos, enormemente importantes.

[S.H.:] El hecho de que el universo se expanda no excluye la existencia de un creador.

[John Oliver:] Visité el departamento de Matemáticas Aplicadas y física teórica de la Universidad de Cambridge para hablar con una de las más preclaras mentes vivas.

J. O.: Antes de nada, enhorabuena por ser el primer protagonista de nuestra serie de Grandes Mentes. Sea sincero, ¿es esta la distinción más importante que ha recibido jamás?

S. H.: Sí.

J. O.: Bien. Es un poco difícil detectar el tono de su voz. Cuando dice eso, ¿está siendo sarcástico?

S. H.: Sí.

J. O.: Eso me parecía.

Si hay algo que querría que la gente entendiese de su obra, sabiendo que la mayoría nunca entenderá nada de lo que usted hace, ¿qué sería?

S. H.: El tiempo imaginario. La gente cree que es algo que sucede en los sueños o cuando se acerca una fecha límite. Pero es un concepto bien definido. El tiempo imaginario es como otra dirección en el espacio. Es lo único de toda mi obra que los autores de ciencia ficción aún no han utilizado, porque no lo comprenden.

J. O.: Idiotas. La gente es idiota, porque, si no me equivoco, se refiere usted a la medida teórica que se obtiene a partir del tiempo real tras una rotación de pi medios en el plano complejo donde t es igual a i multiplicado por t. No es tan difícil de entender.

Hablemos de inteligencia artificial. En un artículo reciente, usted ha dicho, literalmente: «Si lográsemos crear inteligencia artificial, sería el mayor acontecimiento de la historia de la humanidad.
Por desgracia, también podría ser el último.» ¿Está usted diciendo que los robots acabarán con la humanidad? Y, ¿es este un argumento científico, o el argumento para una película increíble?

S. H.: La inteligencia artificial puede suponer un peligro real en un futuro no muy lejano. Podría mejorarse a sí misma y superar cualquier cosa que se nos ocurriese a nosotros.

J. O.: Sé que está intentando que la gente sea precavida, pero ¿por qué no debería entusiasmarme la idea de luchar contra un robot?

S. H.: Porque perdería.

J. O.: Bueno, para empezar eso no está tan claro, ¿no? No lo sabemos a ciencia cierta. Porque, ¿qué puede hacer un robot para vencerme si a mí me basta simplemente con desenchufarlo?

S. H.: Le contaré una historia. Unos científicos construyeron un ordenador inteligente, La primera pregunta que le hicieron fue: «¿Existe dios?» A lo que el ordenador respondió: «Ahora sí». Entonces, cayó un rayo sobre el enchufe que hizo que no hubiera manera de desconectarlo.

J. O.: ¡Hostia! Es la historia más terrorífica que he oído en mi vida.

S. H.: Sí.

J. O.: ¡Un momento! ¿Quién me está hablando ahora mismo? ¿Es usted, o es el ordenador inteligente haciéndose pasar por usted?

S. H.: Soy yo.

J. O.: Ya, ¿pero yo eso cómo lo sé, profesor? Porque, si los ordenadores fuesen inteligentes, ¿qué mejor manera de convencernos de que no lo son que usar la voz del hombre más inteligente del planeta?

S. H.: Usted es idiota.

J. O.: Sí, ¿pero quién está diciendo eso, Stephen? ¿Usted, o la máquina?

S. H.: Los dos.

J. O.: Bueno, vale. De hecho, eso resulta bastante tranquilizador.

En 2006 usted dijo: «En un mundo sumido en el caos político, social y medioambiental, ¿cómo podrá la raza humana sobrevivir otros cien años?» Un mes más tarde, dijo: «No tengo una respuesta. Por eso planteé la pregunta, para que la gente reflexionase y tomase conciencia de los problemas a los que nos enfrentamos.» Han pasado ocho años desde entonces. No quiero meterle presión, pero, ¿tiene ya una respuesta?

S. H.: Aún no tengo una respuesta. Al menos se ha reducido el riesgo de aniquilación nuclear. Pero sigue habiendo otros muchos peligros.

J. O.: Eso es bastante deprimente, profesor, porque —si me lo permite que se lo diga—, usted es el hombre más inteligente del mundo. Si usted no tiene respuesta, estamos completamente jodidos.

Pasemos a otro tema. Está claro que usted es muy inteligente pero, ¿cómo se desenvolvería en la calle?

Supongamos que es traficante de droga de medio pelo, y controla unas 12 manzanas en una ciudad. Uno de sus camellos, Tito, tenía que reunirse con usted detrás del almacén a medianoche para pasarle medio kilo de cocaína de gran calidad. Tito llega tarde y sin la droga. Dice que le han atracado, pero parece que está colocado. ¿Qué haría entonces, Hawking?

S. H.: Yo no tomo drogas.

J. O.: ¿Sabe qué? En realidad es la respuesta más inteligente posible, porque todos los capos de la droga saben que uno no debe meterse lo que vende.

S. H.: Sí.

J. O.: Bien dicho, Hawking, bien dicho.

Ha afirmado que cree que podría existir un número infinito de universos paralelos. ¿Significa eso que existe un universo en el que soy más inteligente que usted?

S. H.: Sí. Y también hay un universo en el que usted tiene gracia.

J. O.: Mire, ya que es tan listo, ¿en qué número estoy…?

S. H.: 13.

J. O.: Era el 13. Estaba pensando en el 13. Bueno, eso fue cuestión de suerte. ¿En qué estoy pensando ahora mismo?

S. H.: En que usted ha sido una enorme decepción para su familia.

J. O.: No estaba pensando eso. ¿Por qué habría de pensarlo? Lo estoy intentado con todas mis fuerzas, ¿por qué les cuesta tanto entenderlo (hipotéticamente)? No estaba pensando eso.

Pasemos a unas preguntas rápidas de sí o no. ¿Son las siguientes cosas técnicamente posibles?

La vida en otros planetas. ¿Es teóricamente posible?

S. H.: Sí.

J. O.: ¿Y los agujeros de gusano de Schwarzschild?

S. H.: Sí.

J. O.: Bien, ¿qué me dice de esto?: que yo salga con Charlize Theron.

S. H.: No.

J. O.: ¿Cómo? ¿Seguro que no? ¿En ningún universo?

S. H.: No.

J. O.: ¿No sucede en ninguno de los infinitos universos?

S. H.: No.

J. O.: ¿Está diciendo que queda completamente fuera de los límites de lo que es científicamente posible?

S. H.: Sí.

J. O.: Una preguntita relacionada. En alguno de esos universos, ¿soy yo el que la rechaza, y por eso la cosa no funciona?

S. H.: No.

Se da usted cuenta de cuánto me cuesta escribir cada respuesta, ¿verdad?

J. O.: Sí, por supuesto. Pero estoy intentando entenderlo bien. Porque quiero saber si cabe alguna posibilidad hipotética…

S. H.: No.

J. O.: Es igual. Pero nunca digas nunca jamás.

Si fuese posible viajar en el tiempo, ¿volvería atrás y se negaría a hacer esta entrevista?

S. H.: Sí.

J. O.: Obviamente, es usted un hombre extraordinariamente inteligente. Stephen Hawking, muchas gracias por el tiempo que nos ha dedicado.
 
Más sobre Stephen Hawking en Por amor a la ciencia:

Stephen Hawking para todos los públicos

Brian Cox y Stephen Hawking: Soñar con ecuaciones

La naturaleza del espacio y del tiempo, de Stephen Hawking y Roger Penrose

La teoría del todo: El origen y el destino del universo, de Stephen Hawking y Roger Penrose

(A través de: The Verge)

¿Cómo se ve el sonido?

Adam Cole, del blog Skunk Bear, se preguntó si podría utilizar una técnica conocida como fotografía schlieren para ver el sonido. En el vídeo cuenta cómo lo hizo y cuál fue el (espectacular) resultado:

Vídeo original: What Does Sound Look Like?

Transcripción

Vamos a ver el sonido de una palmada. No me refiero a una representación digital de la palmada sino que, cuando las manos de este hombre se junten, veremos algo que normalmente es invisible. Veremos cómo la onda de sonido sale de sus manos y se aleja a 1224 kilómetros por hora: ¡la velocidad del sonido!

Y aquí está de nuevo.

¿Cómo es esto posible?

Bueno, empezaré la explicación no con el sonido sino con el calor de un encendedor. Hay una bocanada de btuano, saltan chispas, y el combustible arde. Pero esa forma que crece alrededor de la llama no es humo. Es aire normal que se expande debido al calor. Podemos ver los cambios de densidad gracias a una técnica llamada fotografía schlieren.

Funciona así: Empezamos con una fuente de luz, que brilla a través de una sola rendija. Si la luz se refleja en un espero parabólico, todos los rayos se vuelven paralelos, y después con otro espejo parabólico podemos reenfocar la luz en un único punto focal y luego a través de la lente de una cámara para tomar una fotografía.

fotografia-schlieren

Este es el truco: se coloca algún tipo de barrera en el punto focal. Y ahora se añade algo que perturbe el aire, como una vela. La vela bloquea los rayos de luz, creando una silueta, mientras que la llama emite luz. Pero el calor de la vela altera la densidad del aire por encima del encendedor y eso curva los rayos de luz. El rayo curvado no pasará a través del punto focal, sino que es bloqueado por la barrera… y la imagen será más oscura.

skunkbear-ak

Esta técnica se puede utilizar para ver cualquier cosa que perturbe el aire. El calor de una plancha de pelo, por ejemplo. Incluso el calor que emite una mano humana. Los epidemiólogos lo usan para estudiar las toses y estornudos. Los ingenieros, para analizar el flujo aerodinámico. ¿Y el sonido? El sonido no es más que otra variación de la densidad del aire. Una onda de presión que se desplaza. Así que la fotografía schlieren, junto con una cámara de alta velocidad, también se puede utilizar para verlo. Esto es un libro que cae sobre una mesa. Un chasquido con una toalla. Un petardo. Un fusil AK-47. Y, por supuesto, una palmada.

skunkbear-clap

 

Fuente: Seeing Sound, en Skunk Bear (NPR) (a través de Twisted Sifter)

Sean Carroll explica la importancia del modelo de la inflación cósmica

Sean Carroll, cosmólogo en Caltech y autor de «La partícula al final del universo», explica en esta entrevista la importancia y consecuencias del descubrimiento anunciado hace unos días por el experimento BICEP 2 en el Polo Sur, que parece confirmar la teoría de la inflación cósmica propuesta hace más de treinta años por Alan Guth (con quien Carroll colabora actualmente en la redacción de un artículo científico sobre el origen de la flecha del tiempo, y por qué el pasado es distinto del futuro):

Transcripción

Presentadora: Es algo alucinante. Nuestro cosmos se expandió prácticamente desde la nada en su primera fase de crecimiento súbito tan solo una billonésima de billonésima de billonésima de segundo después del Big Bang. Los científicos dicen que han confirmado esa teoría utilizando este telescopio en el Polo Sur para observar la luz más antigua que se ha podido detectar. Esa luz muestra patrones y distorsiones en las ondas, que aparecen aquí en rojo y azul, provocadas por ondulaciones gravitatorias durante la expansión conocida como inflación cósmica.

Sean Carroll es físico, cosmólogo y escritor en el California Institute of Technology, y está con nosotros para explicarnos todo esto, que buena falta nos hace… Puede empezar por explicar la inflación cósmica (¡menuda expresión!)

Sean Carroll: Sí que lo es. La expresión «inflación cósmica» se acuñó alrededor de 1980, cuando la inflación económica habitual estaba muy presente en las noticias. Fue Alan Guth, por aquel entonces un joven físico, a quien se le ocurrió que había que explicar varias características muy básicas del universo. Por ejemplo, por qué tiene un aspecto similar, homogéneo, en todas las direcciones. Así, si en los primerísimos instantes el universo experimentó una expansión súper acelerada (como si tirásemos de los extremos de una sábana), esa expansión podría hacer que el universo presentase ese aspecto homogéneo.

P.: ¿Cómo se puede comparar esto con la energía oscura, descubierta en 1998? ¿En qué se parecen?

S.C.: Son casos muy similares. En ambos, sabíamos que existía esta posibilidad. En ambos casos, nos sorprendió un poco que las cosas fueran como son. La energía oscura supuso un cambio radical en nuestra manera de entender el aspecto actual del universo, su composición, etc. Y ahora estamos tratando de entender los primerísimos momentos. Hasta ayer, el primer momento en la historia del universo sobre el que disponíamos de datos era un segundo después del Big Bang. Y ahora, como usted dice, es una billonésima de billonésima de billonésima tras el Big Bang.

P.: Cuando pensamos en el universo, pensamos en algo en expansión, infinito, casi imposible de medir. Lo que usted dice es que lo que conocemos del universo es solo un ínfima porción de todo eso, de lo que realmente es…

S.C.: Desde luego, solo vemos una parte finita del universo. Pero aun así es muy grande: en ella hay cientos de miles de millones de galaxias. Y lo asombroso del modelo del Big Bang es que, en un pasado remoto, hace 14.000 millones de años, todo esto estaba comprimido en un distancia increíblemente diminuta. Lo que los físicos han hecho es partir de las leyes de la física tal y como las conocemos, extrapolarlas mucho más allá de cualquier cosa que hubiésemos visto antes, y hacer una predicción. Y resulta que la predicción es correcta. Así que ahora tenemos mucho más claro que hace un par de días que vamos por el buen camino para entender lo que sucedió justo después del Big Bang.

P.: Esas predicciones siempre habían sido teorías. ¿Cómo se demuestra una teoría para que deje de serlo?. ¿Es eso lo que hemos hecho? ¿Se ha demostrado?

S.C.: En cierto sentido, la ciencia nunca demuestra nada, sino que acumula evidencias, y llega a conclusiones cuando la cantidad de evidencias en favor de determinado modelo frente a otro es abrumadora. En el caso de la inflación, tenemos una teoría muy bien definida de lo que podría haber sucedido justo después del Big Bang. Hay otras teorías que compiten con ella, pero ninguna está tan bien definida como la de la inflación, que además, a diferencia de las teorías competidoras, hace una predicción muy específica. Así que, ahora mismo, la teoría de la inflación está muy encima de cualquier otra a la hora de entender los primeros instantes del universo. Lo cual no significa que mañana no podría aparecer un científico joven y brillante con un modelo aún mejor.

P.: ¿Por qué se llevó a cabo el experimento en el Polo Sur? ¿Qué hace de este un buen lugar para la exploración del espacio?

S.C.: El Polo Sur es un poco distinto de como nos lo imaginamos. Desde luego, hace mucho frío, pero no nieva. Y el aire está muy muy seco, y a una gran altitud. Hay nieve sobre el suelo, que se desplaza de un sitio a otro. Pero cuando miramos hacia el espacio desde allí el universo se ve con mucha claridad. Así que, aunque es muy difícil llegar hasta el Polo, y aunque una vez que estás allí, si es invierno, no podrás salir hasta que llegue la primavera, es un sitio estupendo para hacer observaciones astronómicas.

P.: Muchos pensamos que todo esto es emocionante pero, ¿cuáles son las consecuencias prácticas para la mayoría de la gente de estos descubrimientos de los que nos hacemos tanto eco?

S.C.: Las consecuencias, en un sentido convencional, son exactamente cero. Comprender el origen del universo no curará ninguna enfermedad, ni permitirá fabricar mejores teléfonos, ni nada parecido. Lo que sí nos permitirá, como especie, es comprender cuál es nuestro lugar en el cosmos, así que, personalmente, creo que debería afectar a nuestras vidas. Nos ayuda a apreciar lo que es el universo, cómo se comporta, y eso tiene que afectar a nuestras ideas sobre nosotros mismos.

P.: Entonces, afecta a cómo vemos el mundo, y nuestro lugar en él, y en el universo en general.

S.C.: Sí. Lo que nos separa de la mera existencia, de sobrevivir día a día, es que somos curiosos. Somos criaturas que queremos entender, como dijo Carl Sagan (cuyo «Cosmos» ha vuelto a la televisión con Neil deGrasse Tyson): «Somos la manera que tiene el universo de pensar sobre sí mismo». Somos un conjunto de átomos y partículas, como el resto del universo, pero tenemos la capacidad de ideas teorías, recopilar datos y entender el contexto, este maravilloso universo en el que vivimos.

P.: Suena casi teológico…

S.C.: Creo que el impulso que lleva a la gente hacia la teología y hacia la ciencia es muy similar: queremos entender el conjunto de todas las cosas. Creo que la ciencia es distinta de la teología en muchos sentidos, uno de los cuales es que exige que se hagan predicciones, y si estas no se confirman las teorías se descartan. Lo fantástico ahora es que esta extrapolación, de Alan Guth y sus colaboradores, hace más de 30 años, de alguna milagrosa manera parece que nos da la respuesta correcta, lo que demuestra una vez más nuestra capacidad para comprender el cosmos.

P.: Pero aún es necesario corroborarla…

S.C.: Por supuesto. Este es el resultado de un solo telescopio, el experimento BICEP 2, y son muy buenos (conozco a muchos de los científicos que participan en él) y súper cuidadosos, y se esfuerzan al máximo, pero no nos lo creeremos completamente hasta que alguien más lo observe también. La buena noticia es que hay media docena de experimentos que tratarán de comprobarlo, por lo que en uno o dos años sabremos con total certeza si el resultado es real o no.

P.: Sean Carroll, de Caltech, autor de «La partícula al final del universo», muchísimas gracias.

S.C.: Ha sido un placer. Gracias.

Más Sean Carroll:

Sean Carroll: Las diez cosas más asombrosas del bosón de Higgs | Por amor a la ciencia

A Great Time for Reason and Science | Preposterous Universe (el blog de Sean Carroll, 19 de marzo de 2014)

«La partícula al final del universo», de Sean Carroll (Debate, 2013)