Mariano Sigman: La vida secreta de la mente

El argentino Mariano Sigman (@mariuchu) obtuvo su doctorado en neurociencia en Nueva York y fue investigador en París antes de volver a su país natal. Actualmente, Sigman es uno de los directores del Human Brain Project, el mayor esfuerzo más vasto del mundo por entender y emular el cerebro humano, así como un referente internacional en neurociencia de las decisiones, en neurociencia y educación, y en neurociencia de la comunicación humana.

Sigman ha trabajado con magos, cocineros, ajedrecistas, músicos y artistas plásticos para relacionar la neurociencia con distintos aspectos de la cultura humana y, tras su gran éxito en Argentina, acaba de publicar en España La vida secreta de la mente (Debate, 2016), un libro escrito desde «allá donde la psicología se encuentra con la neurociencia», y en el que nos lleva en «un viaje a lo más íntimo del pensamiento humano. Ciencia aplicada a la vida cotidiana para entender(nos) mejor».

Mariano Sigman: La vida secreta de la mente | Por amor a la ciencia

El recorrido del libro (cuyas primeras páginas se pueden leer aquí) se inicia en «el país de la niñez», y allí Sigman nos descubre que el cerebro ya está preparado para el lenguaje mucho antes de empezar a hablar, que el bilingüismo ayuda a pensar y que formamos nociones de lo bueno, lo justo, la cooperación y la competencia que luego hacen mella en nuestra manera de relacionarnos. Estas intuiciones del pensamiento dejan trazas duraderas en nuestra manera de razonar y decidir.

Desde allí nos trasladamos al terreno de las decisiones: ¿qué estamos dispuestos a hacer y qué no? ¿Cómo se combinan la razón y las emociones en las decisiones sociales y afectivas? ¿Qué hace que confiemos en los otros y en nosotros mismos? Sigman nos explica que pequeñas diferencias en los circuitos cerebrales de toma de decisiones pueden cambiar drásticamente nuestra manera de decidir, desde las decisiones más simples hasta las más profundas y sofisticadas que nos definen como seres sociales.

Seguimos nuestro trayecto adentrándonos en el territorio más misterioso del pensamiento y el cerebro humano: la conciencia, a través de un encuentro inédito entre Freud y la neurociencia de vanguardia que nos lleva a plantearnos qué es y cómo nos gobierna el inconsciente.

El viaje concluye en el mundo del aprendizaje en diferentes ámbitos, desde la vida cotidiana hasta la educación formal. ¿Es cierto que estudiar un nuevo idioma es mucho más difícil para un adulto que para un niño? ¿Qué importancia tiene el esfuerzo para conseguir que el cerebro aprenda? ¿Cómo podemos aplicar de forma responsable todo lo que la neurociencia sabe para «mejorar el experimento colectivo más vasto de la historia de la humanidad: la escuela»?

Para presentar su libro, Sigman visitó Madrid, donde participó en el encuentro titulado ¿Podremos transformar nuestras emociones?, en el que también intervinieron Nuria Oliver (@nuriaoliver), experta en inteligencia artificial y directora científica en Telefónica I+D, y el periodista y publicista estadounidense Kevin Randall (@KevinBrandall). Aquí puede verse el vídeo del evento, que pone de manifiesto las dotes de Sigman para una divulgación al tiempo amena y rigurosa:

También pasó por la radio. En la entrevista en el programa A vivir de la Cadena SER,), dejó, entre otras muchas, reflexiones sobre el optimismo:

«Lo que nos permite de alguna manera avanzar, ser optimistas, ser decididos y no quedarnos quietos es que olvidamos selectivamente algunos fracasos. La receta para ser optimista no es tanto tener una perspectiva idónea del futuro, sino tener una suerte de ceguera de aquellas cosas que han sido malas del pasado.»

Más información:

Mariano Sigman: «El bilingüismo es beneficioso para el cerebro del menor» | El Periódico

Un neurocientífico explica por qué en breve no habrá ciegos y todos seremos veganos | El Confidencial

Mariano Sigman: Los misterios de la mente | A vivir (Cadena SER)

La intuición | InquietaMENTE (RNE)

Mariano Sigman: «Las grandes decisiones de la vida conviene delegarlas al inconsciente» | RTVE

Mariano Sigman: «La ciencia ya puede leer lo que uno piensa» | Clarín

¿Podremos transformar nuestras emociones? | Espacio Fundación Telefónica

La vida secreta de la mente de Mariano Sigman,

Michio Kaku explica qué es la conciencia

En una entrevista concedida a la revista digital Nautilus, recogida en una serie de vídeos breves (subtitulados en inglés y español), el físico teórico Michio Kaku, cuyo último libro lleva por título El futuro de nuestra mente, explica con su habitual elocuencia qué es para él la conciencia:

Pregunta: ¿Qué hace un físico teórico como usted estudiando el cerebro?

Michio Kaku: Si tuviésemos que resumir los dos mayores misterios de toda la ciencia, uno sería el origen del universo y otro sería el origen de la inteligencia y la conciencia. Como físico, yo trabajo en el primero, en la teoría de la cosmología, de los big bangs y los multiversos. Ese es mi mundo, mi día a día, así es como me gano la vida.

Sin embargo, también sé que los físicos están fascinados por la conciencia. Hay ganadores del Nobel que reflexionan sobre la cuestión de la conciencia. ¿Existe una conciencia cósmica? ¿Qué significa observar algo? ¿Qué significa existir? Estas son preguntas que los físicos nos hemos planteado desde que Newton comenzó a crear [sic] leyes físicas, cuando empezamos a comprender que también nosotros debemos obedecerlas, y que por tanto somos parte de la ecuación.

Existe pues un enorme vacío alrededor del cual los físicos han dado vueltas durante muchísimas décadas: la conciencia. Así que decidí… me dije: «¿Por qué no aplicar un punto de vista físico para entender algo tan etéreo como la conciencia?

¿Cómo abordamos los físicos un problema? Primero, creamos un modelo (de un electrón, un protón, un planeta en el espacio). Comenzamos a crear las leyes de movimiento para ese planeta y a continuación estudiamos cómo interactúa con el sol. Cómo orbita a su alrededor, cómo interactúa con otros planetas. Y, por último, predecimos el futuro. Realizamos una serie de predicciones sobre el futuro.

Así pues, primero estudiamos la posición del electrón en el espacio. Después, calculamos su relación
con otros electrones y protones. En tercer lugar, vemos cómo evoluciona la situación en el tiempo. Así es como trabajamos los físicos.

Entonces me dije: «¿Por qué no aplicar la misma metodología a la conciencia?» Y empecé a darme cuenta de que hay tres niveles de conciencia: la conciencia del espacio, esto es, la de caimanes y reptiles; la conciencia de la relación con los demás, es decir, de los animales sociales, los monos, animales que poseen una jerarquía social y emociones; y, en tercer lugar, nosotros, que estudiamos la evolución hacia el futuro, hacemos planes, desarrollamos estrategias y proyectos para el futuro. Me fui dando cuenta de que la propia conciencia encaja en este mismo paradigma, si la analizamos junto con la física.

P: ¿Cuál es su «teoría espaciotemporal de la conciencia»?

M.K.: Soy físico, y a los físicos nos gusta clasificar las cosas numéricamente. Nos gusta ordenar las cosas, encontrar las interrelaciones entre ellas, y después extrapolar hacia el futuro. Eso es lo que los físicos [hacemos], así es como abordamos un problema.

Pero, por lo que respecta a la conciencia, tengamos en cuenta que se han escrito más de 20.000 artículos sobre el asunto. Nunca tanta gente ha dedicado tanto tiempo para producir tan poco.

Así pues, me propuse crear una definición de conciencia, y después una clasificación. Creo que la conciencia es el conjunto de bucles de retroalimentación necesarios para crear un modelo del lugar que ocupamos en el espacio, en relación a los demás y en relación con el tiempo.

Por ejemplo, fijémonos en los animales. Yo diría que los reptiles son conscientes, pero su conciencia es limitada, en el sentido de que entienden su posición en el espacio con respecto a su presa, con respecto a donde viven, y eso es básicamente la parte posterior de nuestro cerebro. La parte posterior de nuestro
cerebro es la más antigua; es el cerebro reptil, el cerebro espacial.

La zona intermedia del cerebro es el cerebro emocional, el cerebro que entiende nuestra relación
con otros miembros de nuestra especie. El protocolo, la buena educación, la jerarquía social… Todas estas cosas están codificadas en el cerebro emocional, el cerebro de mono en mitad de nuestro cerebro.

A continuación está el más elevado nivel de conciencia, que nos distingue del reino animal. Los animales entienden muy bien el espacio, de hecho mejor que nosotros. El sentido de la vista de los halcones, por ejemplo, es mucho mejor que el nuestro.

También tenemos un cerebro emocional, como los monos y los animales sociales, pero comprendemos el tiempo de una manera en que el resto de los animales no es capaz. Entendemos el mañana.

Podemos entrenar a nuestro perro o gato para que haga muchos trucos, pero intentemos explicarle el concepto de «mañana» a nuestro perro o gato… ¿Y qué hay de la hibernación? Los animales hibernan, ¿no es cierto? Pero eso es algo instintivo. Llega el frío, el instinto les dice que disminuyan su actividad hasta que acaban quedándose dormidos e hibernando.

Nosotros, sin embargo, tenemos que hacer las maletas, acondicionar nuestros hogares para el invierno, hacer todo tipo de cosas para prepararnos para la época invernal. Así pues, comprendemos el tiempo de una manera distinta a la de los animales.

P: ¿Por qué es el sentido del tiempo tan importante para comprender la conciencia?

M.K.: Ahora estamos fabricando robots, ¿no? La pregunta es: ¿hasta qué punto son conscientes los robots? Como podemos ver, se encuentran en el nivel uno. Tienen la inteligencia de una cucaracha, de un insecto, de un reptil. No poseen emociones. No pueden reírse, ni entender quiénes somos. No comprenden quiénes son ellos. No entienden la jerarquía social. En cierta medida comprenden el tiempo, pero en un solo parámetro. Pueden simular el futuro en una única dirección. Nosotros simulamos el futuro en todas las dimensiones (dimensiones de emociones, dimensiones de espacio y tiempo). Vemos pues que los robots se encuentran básicamente en el nivel uno.

Algún día puede que nos encontremos con seres extraterrestres, y entonces la pregunta será: si son más inteligentes que nosotros, ¿qué significa eso exactamente? Para mí, significa que serán capaces de soñar despiertos, de planificar e imaginar estrategias mucho mejor que nosotros. Si son más inteligentes que nosotros, irán varios pasos por delante. Podrían «sacarnos ventaja» porque serían capaces de ver el futuro.

Esto nos distingue de los animales: vemos el futuro. Trazamos planes, proyectos, estrategias. No podemos evitarlo. Habrá quien dirá: «¡Bah, tonterías! No me creo esa teoría, tiene que haber excepciones, cosas que quedan fuera de la teoría de la conciencia, como el humor».

¿Qué podría ser más etéreo que una broma? Pero pensemos en esto momento. ¿Por qué es graciosa una broma? Porque, cuando la oímos, la completamos mentalmente, y después, cuando el remate real de la broma es distinto del que habíamos previsto, eso la hace «graciosa».

Por ejemplo, una de las hijas del presidente Roosevelt era la cotilla de la Casa Blanca, y tenía fama de decir: «Si no tiene nada bueno que decir de alguna persona, por favor, siéntese a mi lado». ¿Por qué es eso «gracioso»? Porque completamos la frase por nuestra cuenta: Si no tiene nada bueno que decir de alguien, cállese y no diga nada. Nuestros padres nos lo enseñaron así. Pero el giro llega con el «siéntese a mi lado». Y por eso es «gracioso».

O WC Fields, al que le preguntaron: «¿Está usted a favor de las actividades sociales para jóvenes? Por ejemplo, ¿está usted a favor de los clubes para jóvenes?» Y respondió: «¿Que si estoy a favor de los clubes para jóvenes? Sí, pero solo si por las buenas la cosa no funciona.» Es gracioso porque pensamos en los «clubes» como sitios de reunión social. Pero WC Fields le da la vuelta al utilizar otro significado [«club» significa también «garrote» en inglés]. Y por eso «es gracioso», porque no podemos evitarlo: completamos el futuro mentalmente.

P: Afirma usted que tenemos un «CEO» [director ejecutivo] en el cerebro. ¿Qué significa eso exactamente?

M.K.: ¿En qué nos diferenciamos de los animales? Si colocamos, por ejemplo, a un ratón
entre el dolor y el placer, entre una descarga y comida, o —mejor dicho, perdón— entre dos trozos de comida, se quedará, como el proverbial burro, desconcertado. Irá de uno a otro, una y otra vez, porque es incapaz de decidir. No es capaz de tomar una decisión definitiva sobre algo. Carece de un CEO que tome esa decisión final.

Nosotros sí lo tenemos. Está en la parte frontal del cerebro, donde podemos localizar la conciencia de uno mismo. Metemos el cerebro en un escáner MRI, le pedimos a la persona que se imagine a sí misma, y ¡bingo! Exactamente ahí, justo detrás de la frente, la máquina se activa. Ahí es donde se encuentra nuestra sensación de autoconciencia.

Cuando hay que tomar una decisión difícil entre dos cosas, a los animales les cuesta hacerlo, porque reciben todo tipo de estímulos diferentes. Tienen dificultades para decidir. En nuestro caso, sin embargo, se activa esa zona, ese es el «CEO» que acaba tomando la decisión final, evaluando todas las consecuencias.

¿Cómo lo hacemos? Simulando el futuro. Si a un niño le ponemos un caramelo delante, el niño dirá: «Si tomo el caramelo, ¿le parecerá bien a mi madre? ¿se enfadará? ¿Cómo lo voy a pagar?» Eso es lo que se nos pasa por la cabeza, completamos el futuro, y esa es la parte del cerebro que se activa. Así es como el CEO toma la decisión entre dos cosas mientras que los animales lo hacen por instinto, o bien se quedan indecisos.

P: Su «CEO en el cerebro» aparentemente actúa con intención y propósito, pero las neuronas o se activan o no. No podemos decir que tengan propósito, ¿verdad?

R: Existe un propósito tras nuestra conciencia, que es básicamente nuestra supervivencia, y también nuestra reproducción.

Pensemos en nuestras ensoñaciones cotidianas. Cuando soñamos despiertos, ¿en qué pensamos? En primer lugar, pensamos en la supervivencia: ¿Dónde está mi siguiente comida o trabajo? ¿Cómo impresiono a la gente para progresar en mi carrera? Y cosas de ese estilo. O pensamos: «Eh, que es viernes por la noche. Me siento solo. Quiero salir a bailar a una discoteca y pasarlo bien.»

Si nos paramos a pensarlo, vemos que existe un propósito, y por eso tenemos emociones. Las emociones tienen un propósito claro. La evolución nos dotó de emociones porque son buenas para nosotros. Por ejemplo, el concepto de lo que «nos gusta». ¿Cómo nos gusta algo? Bien pensado, la mayoría de las cosas son peligrosas. Todas las cosas que nos rodean son o bien neutrales o, de hecho, peligrosas. Solo una pequeña proporción de las cosas son buenas para nosotros. Y las emociones dicen: «Nos gusta esto porque estas cosas son buenas para nosotros.»

Por ejemplo, los celos son muy importantes como emoción, porque contribuyen a garantizar nuestra reproducción y que nuestros genes pasen a la siguiente generación. La ira… Todas estas emociones que sentimos, que son instintivas, las tenemos integradas porque debemos tomar decisiones en fracciones de segundo que la corteza prefrontal tardaría muchos minutos en evaluar racionalmente. No tenemos tiempo. Si vemos un tigre, sentimos miedo. La razón es que es algo peligroso y debemos salir corriendo.

Hay otra cuestión que se plantea a veces: ¿Puede un robot sentir el color rojo? O, ¿cómo sabemos que somos conscientes? Porque podemos sentir una puesta de sol o el esplendor de la naturaleza, pero los robot no, ¿verdad?

Yo no creo que eso sea así, porque hace mucho tiempo la gente se planteaba con frecuencia la pregunta de «¿qué es la vida?» Aún recuerdo, de niño, todos los ensayos y artículos que se escribían sobre el asunto.

Esa cuestión prácticamente ha desaparecido. Ya nadie se la plantea, porque ahora sabemos —gracias a la biotecnología— que hay una gradación, que es una cuestión muy complicada. No existe únicamente lo vivo y lo no vivo, sino que hay toda clase de virus y otras cosas intermedias.

Así pues, vemos que ahora la pregunta de «¿qué es la vida?» ha desaparecido prácticamente. Y yo creo que la cuestión de «¿qué es la conciencia?», y «¿puede la conciencia entender el color rojo en una máquina?» también irá desapareciendo progresivamente.

Algún día tendremos una máquina que entienda el color rojo mucho mejor que nosotros. Será capaz de comprender el espectro electromagnético, la poesía, analizar la leyenda y la historia alrededor del rojo mucho mejor que cualquier humano. Y el robot dirá: «¿Pueden los humanos entender realmente el color rojo? Creo que no.» Algún día los robots tendrán tal acceso a internet, a los sensores, que comprenderán el color rojo de una manera de la que la mayoría de los humanos somos incapaces y concluirán: «Dios mío, los humanos no pueden entender el rojo».

Fuente: Michio Kaku Explains Consciousness For You | Nautilus Magazine

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¿Podemos confiar en lo que oímos?

Transcripción

Muchos ya hemos aprendido a detectar las ilusiones que nos engañan por los ojos, pero ¿qué hay de las ilusiones del oído? ¿Podemos realmente confiar en nuestros oídos y en las cosas que oyen?

Por ejemplo, escuchemos hablar a Greg. ¿Qué oyes? Si has oído «bar, bar, bar», estás en lo cierto.

Pero ¿y ahora? Puede que ahora hayas oído «far, far, far», con una efe. Pero no es verdad. De hecho, el audio de los dos vídeos es el mismo. Por extraño que parezca, lo que oímos depende del vídeo que estemos viendo. Prueba a mirar uno u otro vídeo y verás cómo el sonido se transforma.

Este es un claro ejemplo del llamado efecto McGurk, que demuestra cómo lo que vemos puede alterar lo que creemos estar oyendo.

Ahora quiero que cuentes cuántas veces se muestra el círculo en la pantalla.

Hagámoslo de nuevo.

¿Lo viste aparecer dos veces? A mucha gente le pasa. Pero, sin el sonido, queda claro que el círculo solo se muestra una vez. En este caso, el sonido ha alterado lo que creemos haber visto.

El siguiente fenómeno funciona mejor si lo pruebas con más gente. Sonarán dos tonos, y debes decirme si ascienden o descienden. Es decir, si las notas suenan de grave a aguda, o de aguda a grave. Escucha. ¿Cuál de las dos es? ¿Y ahora? Escribe lo que escuchas para cada número y dínoslo en los comentarios. Es posible que, si comparas con unas cuantas personas, cada una tenga respuestas distintas.

¿Sorprendente? Hagamos otra prueba. Y otra más. ¿Cómo es posible que oigas algo distinto que los demás?

Es una ilusión auditiva denominada paradoja del tritono. Se crea de tal manera que los tonos contienen tanto una frecuencia más aguda como otra más grave, pero nuestro cerebro prefiere escuchar una u otra. Diana Deutsch, la creadora de esta ilusión, descubrió que nuestro origen geográfico y el idioma de nuestra infancia influyen a la hora de establecer esa preferencia.

Por último, escucha este clip de un sonido cada vez más agudo. Si volvemos a esuchar exactamente el mismo clip, nos parecerá como si el tono continuase ascendiendo aún más. Te juro que es exactamente el mismo clip. Puedes volver a reproducir este fragmento del vídeo una y otra vez para comprobarlo. Pruébalo. Cada vez que lo vuelves a escuchar, parece que el tono es aún más agudo.

Se conoce como la ilusión de la escala de Shepard, y existen muchas variaciones. En ella, suenan simultáneamente varias ondas sinusoidales de tonos cada vez más agudos, y una de ellas desciende rápidamente una octava mientras las demas siguen ascendiendo. Pero nuestro cerebro no nota el descenso, por lo que nos parece que el tono es cada vez más agudo.

Estas ilusiones pueden ayudar a explicar por qué la música puede tener un efecto tan profundo, y variable, sobre nuestras mentes, algo de que tratamos en nuestro nuevo episodio de ASAPthought, junto con la cuestión de si la música puede o no salvarnos la vida. En la descripción encontrarás un enlace a ese episodio.

Entonces, ¿sigues confiando en tus oídos?

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Transcripción

De niño, me fascinaba la telepatía en la ciencia ficción. De hecho, intentaba con todas mis fuerzas leer las mentes de los demás, y proyectar mis pensamientos en sus cabezas. Y llegué a la conclusión de que, aunque quizá hubiese telépatas en la Tierra, yo no era uno de ellos.

Ahora que soy físico, me doy cuenta de que, con todos nuestros dispositivos para estudiar el cerebro humano, podemos realmente ver cómo los pensamientos van de un lugar a otro en su interior. Podemos ver un cerebro vivo y pensante en pleno funcionamiento, y también crear simulaciones por ordenador para entender lo que las personas piensan. Así que la telepatía existe.

Por ejemplo, mi colega Stephen Hawking no controla sus dedos, así que no puede comunicarse ni siquiera mediante un ordenador. Pero, si nos fijamos en la montura de sus gafas, veremos un sensor de electroencefalografía que detecta las ondas de radio de su cerebro y las descodifica, lo que le permite manejar en cierta medida un ordenador. Aún se puede mejorar, implantando un chip directamente sobre el cerebro. Las personas que están completamente paralizadas, como vegetales atrapadas en un cascarón sin vida, pueden ahora jugar a videojuegos, leer y escribir emails, hacer crucigramas… Pueden también manejar su silla de ruedas, controlar los electrodomésticos de su casa, controlar brazos mecánicos… Lo siguiente será que controlen piernas mecánicas y exoesqueletos. De hecho, uno de los pioneros de esta tecnología quiere que una persona paralítica con un exoesqueleto haga el saque de honor en el próximo Mundial de fútbol. Este es el objetivo de uno de los científicos a los que entrevisto en mi libro.

Ya hace tiempo que sabemos cómo son las ondas que emite el cerebro. Ahora podemos realmente conectarlo a un ordenador y, en el futuro, con un exoesqueleto que nos permitirá ser como Iron Man, que ha dejado de ser algo propio de la ciencia ficción, para convertirse en algo que podemos ver en el laboratorio. Además de colocar un chip sobre el cerebro, también podemos introducir directamente en él sensores del grosor de un cabello humano. Algunas personas sufren depresiones resistentes a los medicamentos, la psiquiatría y la terapia. Padecen depresiones crónicas. Resulta que cuando se les introduce en un escáner cerebral se observa que hay cierta parte de su cerebro que parece estar relacionada con la depresión. Mediante sondas, podemos reducir la actividad eléctrica de esas zonas y curarlos. Así, pasamos de tener personas que han sufrido depresiones crónicas, con tendencias suicidas, a que estén curadas.

Es extraordinario. Pero esta es solo una más de las maneras en que podemos acceder a la mente humana. Otra es usando sondas en operaciones para curar la epilepsia. Los epilépicos sufren ataques, muchos de los cuales ponen en peligro sus vidas. Es posible retirar parte del cráneo. Estas personas estás totalmente despiertas durante el proceso, porque el cráneo no posee terminaciones nerviosas que sientan dolor. Se les coloca un conjunto de electrodos directamente sobre el cerebro y las personas pueden escribir con tan solo pensar en ello. Piensan en una letra, un ordenador reconoce el patrón y la escribe.

Otra manera más de explorar el cerebro es mediante un escáner de MRI. Podemos tomar un cerebro vivo, colocarlo en un MRI y obtener 30.000 puntos, como unas luces de navidad, que codifican la cantidad de actividad eléctrica. Tomamos estos 30.000 puntos, los introducimos en un programa informático capaz de descrifrarlos y ¡bingo!, obtenemos una representación de lo que la persona está pensando. Ahora podemos visualizar lo que alguien piensa. De hecho, está en la web. Por ejemplo, hay una foto de Steve Martin en una de sus películas, y junto a ella está la imagen vista a través del cerebro humano. Esto es asombroso. Se pueden distinguir claramente los ojos, las orejas, pero no se puede reconocer que es Steve Martin. También se puede hacer con girafas, con elefantes. Y se nota claramente que estamos viendo un animal, no un ser humano.

De hecho, estamos empezando el proceso de fotografiar los sueños. Algo que antes era pura ciencia ficción. Recordemos «Inception», la película con Leonardo DiCaprio. Resulta que los primeros pasos en esa dirección ya se han dado en Kyoto y Berkeley. Se coloca al paciente en un escáner de MRI y se queda dormido. Se escanea el cerebro, obteniendo los 30.000 puntos. Un ordenador los analiza y reconstruye la imagen de lo que está soñando. He visto esas imágenes. Aún son muy burdas. Se ve claramente que está soñando sobre un humano. Pero algún día seremos capaces de refinar esta técnica y, al despertarnos por la mañana, podremos darle al «play» en el ordenador y veremos lo que hemos soñado esa noche.

Empieza a leer El futuro de nuestra mente

Fuente: Michio Kaku on Reading Minds, Recording Dreams, and Brain Imaging | Big Think

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Mayim Bialik: De «Blossom» y «Big Bang Theory» a la ciencia

Mayim Bialik, la actriz que dio vida a la protagonista de la serie Blossom en los años noventa, famosa actualmente por su papel de Amy Farrah Fowler en The Big Bang Theory, compagina su vertiente artística con su pasión científica, que le llevó a doctorarse en neurociencia. En este vídeo de la serie The Secret Life of Scientists and Engineers (La vida secreta de científicos e ingenieros) nos cuenta su historia:

Transcripción

Blossom era una adolescente bastante dicharachera.

¡¿Qué?! Ja, ja, ja…

Yo era una adolescente más cínica y oscura, simplemente porque podía serlo. La gente me decía: «¿Por qué no sonríes? ¿Por qué no bailas?». Pues porque no soy un personaje de televisión. Como la mayoría de las mujeres reales, yo no era una sola cosa, sino muchas cosas distintas.

También puedo frotarme la barriga, acariciarme la cabeza y cantar «Bess, you is my woman now» a la vez

De niña, me fascinaban las ideas de la ciencia, pero nunca sentí que fuese para mí. Me parecía difícil, y suponía que era porque había algo en mí que hacía que se me diese mal. Mientras trabajaba en «Blossom», tuve una tutora en biología, y fue ella la que me enseñó que la ciencia es para las mujeres, que es emocionante, que puedes sentir la misma pasión por la ciencia que por la literatura o el arte.

Explicaba la célula como si fuese el cuadro más famoso de Picasso. Y empecé a verme realmente como científica. Cuando «Blossom» terminó, entré en UCLA y me enamoré de la neurona, desde el principio. Lo que más me interesaba era la electrofisiología: los saltos de voltaje, el periodo refractario…

Mi plan, durante el doctorado, era dedicarme a la investigación, pero me atrajo la docencia. Me encantaba impartir clases de ciencia, y es algo que aún me gusta mucho. Pero también me encantaba actuar, hacer reír a la gente, ser otra persona, y provocar emociones en la gente…No creo que yo tenga nada de especial, por el hecho de que me interese tanto actuar como la ciencia. Simplemente soy así.

— ¿Quieres licor de café en tu helado?
— Ah, esta es la presión de grupo para consumir alcohol y drogas de la que me habló mi madre… Sí, por favor.

Amy Farrah Fowler es el personaje que interpreto en «The Big Bang Theory«. No puedo decir que represente a todas las mujeres científicas, pero sí creo que es un retrato de muchas mujeres de ciencia que yo conozco. Las mujeres científicas no tienen por qué ser unas antiguas. El personaje de Bernardette compensa al de Amy, mostramos distintos tipos de mujeres que son científicas. Las mujeres podemos ser cualquier cosa.

Durante mi audición, Bill Prady repasó mi currículum y vio que, en «Otros», ponía «doctorado en neurociencia», y me dijo «¿En serio?» Y le conteste: «¡Sí!» Entonces pensaron, ¿por qué no hacer que sea neurobióloga? Así puedo responder preguntas, si tienen alguna duda… A veces me preguntan cosas específicas de neurociencia, para mi personaje. Querían que Amy diseccionara cerebros…

¡Bien! ¡Un tumor cerebral!

…y me preguntaron: «¿Cómo se conservan?» Pues en un cubo de basura lleno de cerebros en formaldehído, así es como se hace en neuroanatomía. Así que tenemos un cubo transparente lleno de fluido y cerebros de mentira.

—Comparada con las aplicaciones prácticas de la neurobiología, la física teórica es —¿qué palabra es la que busco?—… linda.

Cuando Sheldon y Amy se pelean en «The Big Bang Theory» sobre qué ciencia es mejor, yo estoy completamente de acuerdo con Amy Farrah Fowler. La neurociencia es la ciencia de cómo pensamos sobre qué ciencia es mejor…

— ¿Quieres decir que el trabajo de un neurobiólogo, como Babinski, podría llegar a tener la importancia del de un físico, como Clark Maxwell o Dirac?
— Babinski se desayuna a Dirac y defeca a Clark Maxwell.

Me encanta que la serie tenga un consultor especializado en física. Me encanta que las ecuaciones que aparezcan en las pizarras sean correctas.

Si te gustan las pizarras, esta es la mía…

Me encanta que sea sobre el mundo de la ciencia, porque realmente muestra cómo son buena parte de nuestras vidas.

En la carrera, tuve profesores que decían: «¿Por qué estás aquí? Si tienes el mundo de la actuación, ¿por qué no te dedicas a eso?» Ser científica es tan emocionante, creativo e interesante como ser artista.

Al ver una puesta de sol, me encanta que mi cerebro piense en los colores, las longitudes de onda, la rotación de la Tierra, ¿por qué desaparece en el horizonte? ¿por qué tiene un aspecto distinto?… Así es como veo el mundo, y me encanta.

Es como estar enamorada del universo en todos sus aspectos. ¿Ha sonado muy «geeky»? Perdón…

Fuente: Mayim Bialik (Neuroscientist/Actress): “Being a scientist is like being in love with every aspect of the universe.” | The Secret Life of Scientists and Engineers

Michio Kaku y el futuro de nuestra mente

Michio Kaku, físico teórico en la City University de Nueva York y popular autor de obras como La física del futuro o Física de lo imposible, acaba de publicar en español y en inglés su nuevo y esperado libro (que en su primera semana a la venta llegó a lo más alto de la lista de bestsellers del New York Times en la categoría de no ficción).

En El futuro de nuestra mente (cuyas primeras páginas se pueden leer aquí), Kaku se adentra en la ciencia de la conciencia y concluye que muchos de los misterios de la mente pronto dejarán de serlo. Para respaldar tan osada afirmación, nos lleva a hacer un recorrido por varios de los laboratorios punteros en neurociencia, nos explica cómo funcionan algunas de las avanzadas tecnologías que harán posibles esos increíbles avances, e incluso se permite proponer una nueva teoría de la mente.

Hace unos días, Kaku participó en un encuentro en la web de Reddit (los populares AMAs, [Ask Me Anything; Preguntadme lo que queráis]), del que recogemos aquí algunos extractos.

Sobre los avances que están por llegar:

«Los viajes en el tiempo y la teletransportación tendrán que esperar. Puede que tardemos siglos en dominarlos. Pero en las próximas décadas entenderemos la materia oscura, es posible que demostremos la validez de la teoría de cuerdas, puede que encontremos otros planetas que alberguen vida y quizá tengamos un «cerebro 2.0″, esto es, la capacidad de almacenar nuestra conciencia en un disco que perduraría más allá de nuestra muerte.»

«Creo que, en los próximos años, dispondremos que un marcapasos para el cerebro, que estimulará la memoria de las personas que padezcan alzheimer. Podrán cargar recuerdos sencillos sobre quiénes son y dónde viven. Además, quizá podamos utilizar dispositivos electrónicos para cargar en nuestro cerebro recuerdos de vacaciones que nunca hemos vivido. Y la propia internet será una «brain-net» [red de cerebros] de emociones y recuerdos.»

«El siglo XX fue el siglo de la física, con los ordenadores, los láseres, la televisión, la radio, el GPS, internet… La física, a su vez, ha permitido la exploración biológica. Por eso creo que el siglo XXI será el de la física y la biología, en particular el de la biología que se pueda explorar mediante la física. Por eso, será un futuro de nanotecnología, biotecnología, inteligencia artificial y física cuántica.»

Sobre la película «Her«:

«No la he visto, pero creo que solo es cuestión de tiempo. Hoy en día, aún es fácil distinguir cuándo estamos hablando con un ordenador. Los ordenadores no poseen autociencia, y no dominan el sentido común. Pero es una cuestión técnica, así que creo que, en las próximas décadas, tendremos algo como Her

Sobre la colonización de otros planetas:

«Estoy de acuerdo con Carl Sagan, que decía que en el futuro nuestra especie debería vivir a caballo entre dos planetas. La vida es demasiado valiosa como para limitarla a un solo planeta. Pero también creo que deberíamos buscar maneras de abaratar los viajes espaciales. En lugar de los costosos cohetes propulsores, quizá deberíamos pensar en cohetes impulsados por láser o microonadas, o en ascensores espaciales. Mientras tanto, el coste de la exploración espacil limitará nuestra capacidad de explorar el universo.»

«Pienso que pasará mucho más tiempo del que creen los escritores de ciencia ficción antes de que podamos tener una colonia en el espacio. Poner un kilo de cualquier material en órbita cerca de la Tierra cuesta unos 20.000 dólares. Nuestro peso en oro. Llevarlo hasta la Luna supone alrededor de 200.000 dólares. Y para que llegue a Marta se necesitan 2 millones de dólares.»

Sobre el nacimiento del universo:

«La idea actual es que el tiempo no empezó con el Big Bang, y que existía un multiverso incluso antes del Big Bang. Tanto la teoría de la inflación cosmológica como la teoría de cuerdas contemplan la posible existencia de universos antes de nuestro Big Bang, y el hecho de que se estén produciendo continuamente nuevos Big Bangs. Los universos se forman cuando chocan dos burbujas, o cuando una de ellas se divide en dos más pequeñas.»

Sobre la política:

«Uno de los problemas de la política es que se trata de un juego de suma cero. Es decir, los polítios discuten sobre la manera de repartir el pastel en pedazos cada vez más pequeños, distribuyendo los trozos de distintas maneras. Creo que esto es destructivo. Lo que deberíamos hacer es crear un pastel más grande; esto es, invertir en ciencia, que es la fuente de toda nuestra prosperidad. La ciencia no es un juego de suma cero.»

Sobre el aprendizaje:

«Un consejo: Mantened viva la llama de la curiosidad y el asombro, incluso cuando estudiéis materias aburridas. Ese es el pozo del que todos los científicos nos nutrimos y sacamos nuestra energía. Además, aprended matemáticas. Son el lenguaje de la naturaleza, y tenemos que dominarlo.»

«De niño tuve dos modelos. Uno era Einstein, cuya infructuosa búsqueda de una teoría del todo me tenía fascinado. Pero también veía Flash Gordon, la antigua serie televisiva. Todo lo que en ella aparecía me tenía enganchado: naves espaciales, extraterrestres, pistolas de rayos… Con el tiempo, me di cuenta de que la base de la serie era la física, y así fue como vi que mis dos amores de infancia eran en realidad una misma cosa.»

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Fuentes:

String Field Theory Genius Explains The Coming Breakthroughs That Will Change Life As We Know It | Business Insider

AMA (Ask Me Anything) de Michio Kaku en Reddit (7 de marzo de 2014)

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