Jaron Lanier: ¿Quién controla el futuro?
Jaron Lanier, considerado por muchos el padre de la realidad virtual, se ha convertido en los últimos años en uno de los más prominentes y certeros críticos de la manera en que las tecnologías digitales están configurando nuestra sociedad. Tras Contra el rebaño digital: un manifiesto (Editorial Debate, 2010), su manifiesto contra la mentalidad gregaria propia de la «web 2.0» y, en opinión de Lanier, de proyectos como Wikipedia o Linux, vuelve a la carga con ¿Quién controla el futuro? (Debate, 2014), donde Lanier reflexiona sobre los peligros que nos acechan si continuamos por el camino particular de creciente digitalización que llevamos.
En particular, Lanier nos advierte sobre la acumulación de poder y dinero en torno a los grandes «servidores sirena» (como Facebook, Google o las entidades financieras «demasiado grandes para caer») que nos embelesan con sus sugerentes cantos y la promesa de lo «gratuito», pero que en realidad se alimentan alimentan de nuestros datos y causan el empobrecimiento y la reducción de la clase media al provocar la desaparición masiva de empleos que antes permitieron vivir vidas decentes a tanta gente. Pero Lanier no se queda en la mera crítica y, remontándose a los orígenes de las redes digitales, propone un cambio de rumbo que compense la «destrucción creativa» propia de la era de internet con el reparto más equitativo de los beneficios que esta genera.
(Fuente: How Technology Widens Class Divisions | PBS NewsHour (YouTube))
Transcripción
En Berkeley, California, el estudio de Jaron Lanier. Escritor, compositor, informático y, últimamente, crítico destacado de las tecnologías digitales que él mismo ayudó a inventar. Aumentan la brecha económica —dice—, oomplican nuestro futuro y destruyen trabajos remunerados. Como el de músico, que es como como Lanier se ganaba la vida en otra época.]
Jaron Lanier: Esto es un shakuhachi. Es una flauta tradicional japonesa de bambú.
Pregunta: ¿Puede tocar algo?
J. L. : Sí, claro.
Lanier lleva mucho tiempo trabajando en tecnología. Aún sigue haciéndolo, como consultor externo de Microsoft Research, en Seattle. Pero, en los últimos años, ha ido creciendo su escepticismo respecto de internet. En 2010, publicó Contra el rebaño digital: un manifiesto, una crítica de las redes digitales, como Facebook y Twitter, que califica de «superficiales y deshumanizadoras».
P. : ¿No toca Begin the Beguine, o algo de ese estilo?
J. L. : En otra época sí, por dinero.
Pero fue la computarización de la industria musical la que inspiró su nuevo libro, ¿Quién controla el futuro?, en el que argumenta que los redes digitales están destruyendo empleos y a la clase media, exacerbando las desigualdades económicas y ofreciendo cosas «gratis» que se pagan con la información que las redes acumulan sobre nosotros, y que venden a otras grandes compañías.
P. : ¿Cuál es su preocupación principal?
J. L. : Que hemos utilizado las redes sociales para organizar nuestro mundo, y las redes poseen un efecto secundario negativo que nadie previó. En una red digital, quien posee el ordenador más potente y mejor conectado acumulará todo el poder y el dinero. Y esto concentra los beneficios hasta tal punto que acaba siendo pernicioso para la sociedad y la economía.
P. : Entonces, son los Googles y los Facebooks del mundo.
J. L. : No son solo los sospechosos habituales, como Google y Facebook. Ha habido dos sectores a los que la estructura de las redes digitales les ha pillado desprevenidos. Uno es el sector financiero, y el otro es lo que llamamos industrias creativas. El periodismo, la música, y cosas de este estilo.
P. : Entiendo el problema respecto a la concentración de poder, pero ¿cómo afecta esto a una persona normal?
J. L. : Lo que sucede cuando interaccionamos con un ordenador gigante a través de una red es que, al principio, siempre obtenemos algún obsequio, con el que nos tientan para que entremos en su juego. En el caso del sector financiero, era muy fácil conseguir hipotecas baratas; en el caso de los servicios de internet, son cosas gratis. Son los cupones, las redes sociales y la búsqueda gratuitas.
P. : Música gratis, blogs gratis, casi todo gratis.
J. L. : Exacto. Lo que pasa es que inicialmente hay algo gratuito, y el mercado se contrae porque mucho de lo que antes era de pago ahora es gratis, y el tamaño de la economía disminuye un poco. Y observemos que, mientras obtenemos estos obsequios, crece la concentración de los ingresos que, en las finanzas, ha generado beneficios increíbles para quienes poseen los ordenadores más potentes. Y en los sectores relacionados con los medios ha pasado lo mismo…
P. : Pero solo sucede en ciertos sectores, ¿o va a ser generalizado?
J. L. : Acabará llegando prácticamente a todos sitios. Ya tenemos coches sin conductor. Llegará un momento en que todos los taxistas y los camioneros se queden sin trabajo. Ya tenemos impresoras en 3D, tenemos herramientas para la fabricación robotizada. Con el tiempo, todos los trabajadores industriales desaparecerán. Tendremos extracción automática, robotizada, de minerales. Y toda esa gente dejará de trasladarse a las dos Dakotas para practicar «fracking».
P. : Bueno, en economía se emplea el cliché de la «destrucción creativa».
J. L. : La destrucción creativa es estupenda, siempre que haya suficiente reconstrucción para compensarla. Lo que pasa ahora es que toda la reconstrucción, la creación de riqueza, se está produciendo alrededor de los ordenadores más potentes, no en el mundo real.
Y Lanier cree que esto es una receta desastrosa. Pero su mundo está repleto de creación, desde luego.
P. : ¿Qué es esto?
J. L. : Esto lo hizo un tipo que vivía en la calle en Baltimore. Lo fabricó con basura, restos de un motel que habían derribado en Baltimore. Lo llamó «abutar», Él se llamaba Abu, el maestro flautista del gueto.
Pero ni siquiera el maestro Abu se ganaba bien la vida. Presagio, teme Lanier, de una macabra economía de dos niveles.
J. L. : Los problemas de los que hablo, el desempleo masivo porque la gente quede fuera de la economía de la información, aún tardarán una o dos décadas en llegar. La razón por la que hablo de ello ahora es que creo que aún tenemos tiempo para arreglarlo.
P. : ¿Y qué hacemos para conseguirlo?
J. L. : Resulta que la primera idea de red digital ya resolvía este problema de antemano. La primera persona en hablar sobre la cultura digital y en red fue un tipo llamado Ted Nelson, que empezó a trabajar en ello alrededor de 1960. Y la idea de Ted era que todo el que contribuyese a través de una red digital obtendría una compensación mediante micropagos por su contribución. Y eso crearía una economía que crecería a medida que las cosas fuesen más digitales.
P. : Entonces, por ejemplo, si voy conduciendo, y formo parte de una red, y aviso a otra gente de que se encontrarán tráfico, ¿recibiría dinero por ello?
J. L. : Un poquito, sí. Tengo un ejemplo mejor. Ahora mismo, a mucha gente le preocupa que los gobiernos estén instalando cámaras por todas partes, y si paseas por una gran ciudad te pueden seguir constantemente. Creo que el gobierno debería pagar por todo lo que hace, incluido obtener información de la gente, y debería verse limitado por su presupuesto. Si tuviesen que pagar por recopilar esas imágenes de personas caminando, tendrían que valorar con qué frecuencia lo hacen.
I. : Pero no se refiere solo a las cámaras de vigilancia en las esquinas, sino también a cualquier red de ordenadores que extrae información sobre mí.
J. L. : Eso es. Lo que tenemos ahora son miles de potentes ordenadores por todo el mundo que se dedican a crear dosieres sobre nosotros. Cualquier información que existe porque nosotros existimos debería reportarnos beneficios. Si enfermamos, nos recuperamos, y nuestro historial médico y datos de nuestro cuerpo pasan a formar parte de bases de datos médicas que ayudan a otra gente, recibiríamos una compensación. Además, esta debería basarse en lo valiosa que acabase siendo nuestra información. Por ejemplo, si algo relativo a nuestro ADN acaba ayudando a mucha gente diez años más tarde, y es más valioso de lo que se pensaba, nuestra compensación sería proporcional a su valor.
P. : Pero ¿cómo obligamos a una red de ordenadores a que me pague por algo que han obtenido de mí gratis durante años?
J. L. : Sé que cuando hablo de estas ideas debe de parecer que hablo de una cosa muy complicada, pero tenemos que recordar que esto ya lo hemos vivido antes, porque yo he estado involucrado con internet desde el principio. Un grupo de personas relativamente pequeño creó esta cosa que es bastante compleja. Para mí, esto de lo que hablo no es más que una continuación de ese mismo espíritu. Y no parece más complicado que lo que ya hemos hecho. Solo hay que ir en otra dirección; una que, en mi opinión, es más probable que cree a una sociedad sostenible.
P. : Así que he pecado de ingenuo cuando, durante años ya, he pensado: «Lo gratis es bueno, lo gratis es comunal, lo gratis puede ser la tendencia del futuro».
J. L. : Hace mucho tiempo, contribuí a crear esa idea de todo gratuito, todo abierto, y creo que tiene muchas propiedades positivas. Pero, si creamos un mundo en el que todos puedan beneficiarse de la economía de la información, aunque solo sea mediante pura información (es decir, si nos pagan por escribir en nuestro blog, por participar en redes sociales, si somos populares, y cosas así), entonces, a medida que la tecnología avance, crearemos una clase media más potente que nunca. Esta es la gran idea, la gran posibilidad.
P. : Jaron Lanier, muchas gracias.
J. L. : Estupendo, me alegro mucho de que les interese tanto.
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