Tres médicas pioneras

Las tres mujeres que aparecen en esta extraordinaria fotografía, tomada en 1885, son Anandibai Joshi, de India; Keiko Okami, de Japón; y Sabat Islambouli, de Siria. Cada una de ellas fue la primera en la historia de sus respectivos países en licenciarse en medicina occidental. Las tres estudiaron en el Women’s Medical College de Pennsylvania (WMCP), en Estados Unidos, uno de los pocos lugares en el mundo donde las mujeres podían estudiar medicina en aquella época.

Tres doctoras pioneras (1885) | Por amor a la ciencia
Recepción del decano del Women’s Medical College of Pennsylvania, 10 de octubre de 1885. (Imagen: Legacy Center Archives, Drexel University College of Medicine)

De las tres, tenemos más información sobre la india Anandibai Joshi. Sabemos que Soshi pertenecía a la privilegiada casta de los brahmanes y que a los nueve años la casaron con un hombre veinte años mayor. Su marido tenía ideas muy progresistas para la época y, de una manera casi paternal, fomentó la educación de su esposa.

Pero lo que hizo que Soshi tomase la decisión de estudiar medicina fue la muerte de su bebé de diez días, cuando ella solo contaba catorce años. El cuidado médico para las mujeres —incluso para las de casta privilegiada como ella— era prácticamente inexistente.

Tuvo que superar obstáculos mayúsculos, tanto relacionados con su casta y la tradición como con la falta de dinero y de conexiones, para viajar a Estados Unidos y solicitar la adminisión en el WMCP.

«[L]a determinación que me ha traído a este país, contra la oposición conjunta de mis amigos y mi casta, debería ayudarme a llevar a cabo el propósito para el que vine, que es el de proporcionar a las mujeres pobres enfermas de mi país la verdadera atención médica que tan desesperadamente necesitan, pero que preferirían morir antes que aceptarla de manos de un hombre. La voz de la humanidad me acompaña y no puedo fracasar. Mi alma se ve impelida a ayudar a tantas mujeres incapaces de valerse por sí mismas.

Se cree que Joshi fue la primera mujer hindú en pisar suelo estadounidense.

¿Por qué Estados Unidos? La razón la encontramos en los cuáqueros de Pennsylvania, que creían en los derechos de la mujer tanto como para fundar en 1850 en Germantown el WMCP, la primera facultad de medicina para mujeres del mundo, que inmediatamente empezó a atraer estudiantes extrajeras que no podían estudiar medicina en sus países de origen. Primero llegaron de otras partes de Norteamérica y de Europa, después de lugares aún más lejanos.

Mujeres que, como Joshi en India o Keiko Okami en Japón, tuvieron noticia de la existencia del WMCP, desafiaron las expectativas sociales y familiares para viajar solas a Estados Unidos para solicitar el ingreso, y después tuvieron que encontrar la manera de pagar la matrícula y el alojamiento.

Esta historia nos recuerda lo excepcional que era Estados Unidos en el siglo XIX.

Keiko Okami a los 80 años  (1939) | Por amor a la ciencia
Keiko Okami en el jardín de su casa en Tokio en 1939, cuando tenía unos 80 años. (Imagen: Legacy Center Archives, Drexel University College of Medicine)

Tras licenciarse, Okami volvió Tokio, donde le homologaron el título y la nombraron directoria de ginecología en uno de los hospitales más importantes, pero renunció a su cargo unos pocos años después, cuando el emperador se negó a recibirla durante una visita al hospital porque era mujer. Abrió entonces su consulta privada y murió en 1941, a la edad de 81 años.

Se cree que Sabat Islambouli, la estudiante procedente de Siria, volvió a Damasco después de obtener su título. Según consta en el registro de antiguos alumnos del WMCP, en 1919 vivía en El Cairo, Egipto, pero después la escuela perdió el contacto y no se sabe qué fue de ella desde entonces.

De las tres, Joshi fue quizá la que alcanzó una mayor notoriedad. Cuando se graduó, el WMCP recibió una carta de felicitación de la reina Victoria de Inglaterra, que era también emperadora de la India.

Tumba de Anandabai Joshi | Por amor a la ciencia
Lugar donde reposan los restos mortales de Anandabai Joshi, en Poughkeepsie (Nueva York). En la inscripción se puede leer: «Primera mujer brahmán en abandonar India para educarse.» (Imagen: Legacy Center Archives, Drexel University College of Medicine)

Joshi consiguió un puesto como directora médica del ala femenina del hospital del estado de Kolhapur. Lamentablemente, contrajo tuberculosis y murió en unos meses, a la edad de 21 años. Aún se la recuerda como una heroína entre las feministas indias.

Rompiendo una vez más con la tradición, su marido envió sus cenizas a una de sus amigas estadounidenses, que les dio sepultura en Poughkeepsie (Nueva York).

Pero el impacto del WCMP no se dejó sentir únicamente en el extranjero, también contribuyó a transformar la propia sociedad estadounidense. Además de las alumnas internacionales, allí se licenció la primera doctora indígena estadounidense, Susan LeFlesche, y también tuvo habitualmente estudiantes afroamericanas, algunas de las cuales, como Eliza Grier, antes habían sido esclavas. Muchas de las doctoras estadounidenses viajaron al extranjero como misionarias, en particular a lugares como China, Corea o India.

Fotografía del curso de 1888 del WMCP | Por amor a la ciencia
Fotografía del curso de 1888 del Women’s Medical College of Pennsylvania, en la que aparecen Okami (number 21), así como dos mujeres afroamericanas (números 3 y 6). En 1889 se graduó Susan La Flesche Picotte, la primera doctora índigena estadounidense.

Ya en 1904, según un recorte de periódico que consta en el archivo, entre las antiguas alumnas de la universidad las había procedentes de Canadá, Jamaica, Brasil, Inglaterra, Suecia, Dinamarca, Rusia, Siria, India, China, Japón, Birmania, Australia y el Estado Libre del Congo.

Fuentes:

Historical photos circulating depict women medical pioneers, Public Radio International

Meet The Three Female Medical Students Who Destroyed Gender Norms A Century Ago, por Mallika Rao en The Huffington Post

3 first women doctors in 3 countries, Women History Month en Facebook

Sean Carroll: Yoichiro Nambu (1921-2015)

[Sean Carroll, físico teórico en Caltech y autor de Desde la eternidad hasta hoy: En busca de la teoría definitiva del tiempo y La partícula al final del universo, sobre la búsqueda del bosón de Higgs, despide así en su blog a Yoichiro Nambu, uno de sus ídolos, fallecido recientemente.]

Yoichiro Nambu
Fuente: Chicago Tribune

Ayer recibí la triste noticia de que Yoichiro Nambu había muerto. Tenía 94 años, por lo que su fallecimiento se produjo tras una vida larga y plena.

Nambu fue uno de los más grandes físicos teóricos del siglo XX, aunque nunca fue muy conocido entre el público. Entre sus contribuciones:

  • Ser el primero en comprender realmente la ruptura espontánea de simetría en teoría cuántica de campos, trabajo por el que recibió (con mucho retraso) el premio Nobel en 2008.
  • Sugerir que podían existir quarks de tres colores, y que esos colores podrían ser las cargas de una simetría de gauge SU(3) que daría lugar a partículas portadoras de carga llamadas gluones.
  • Proponer la primera teoría de cuerdas relativista, basada en lo que ahora se conoce como acción de Nambu-Goto.

No está nada mal.

Pero a pesar de sus extraordinarios logros, Nambu era un hombre discreto y educado, incluso podría decirse que «tímido». Era uno de esos físicos de pocas palabras, y al que a menudo costaba esfuerzo entender cuando hablaba, pero si uno hacía el esfuerzo de seguir sus razonamientos siempre obtenía recompensa. A uno de sus colegas en la Univesidad de Chicago, Bruce Winstein, le fascinaba saber que Nambu en el fondo era un experimentalista: al parecer, en su casa tenía un pequeño laboratorio, donde se tomaba un respiro de la resolución de ecuaciones jugueteando con dispositivos electrónicos.

Todo joven científico o científica debería leer este perfil de Nambu escrito por su antiguo alumno Madhusree Mukerjee. En él, Nambu recuerda su llegada a Estados Unidos por primera vez desde Japón, como investigador postdoctoral en el Instituto de Estudios Avanzados en Princeton. «Todo el mundo parecía más inteligente que yo —recordaba Nambu—. Era incapaz de conseguir mis objetivos y tuve una crisis nerviosa.»

Si Yoichirio Nambu tuvo una crisis nerviosa porque no se sentía lo suficientemente inteligente, ¿qué esperanza nos queda al resto?

A continuación, copio aquí unos pocos párrafos que escribí sobre Nambu y la ruptura espontánea de simetría en La partícula al final del universo:

[A]ún quedaba un rompecabezas por resolver: ¿Cómo reconciliamos la idea de que los fotones poseen masa en el interior de un superconductor con la convicción de que la simetría fundamental del electromagnetismo obliga a que el fotón carezca de ella?

Varias personas abordaron este problema, entre los cuales estaban el físico estadounidense Philip Anderson, el físico soviético Nikolay Bogolyubov, y el físico japonés-estadounidense Yoichiro Nambu. Resultó que la clave radicaba en que la simetría existía realmente, pero estaba oculta por un campo que tomaba un valor no nulo en el superconductor. En la jerga propia de este fenómeno, decimos que la simetría «se rompe espontáneamente»: La simetría está en las ecuaciones básicas, pero la solución concreta de dichas ecuaciones que nos interesa no tiene un aspecto muy simétrico.

Yoichiro Nambu, a pesar de obtener el premio Nobel en 2008 y de hacer recibido muchos otros reconocimientos a lo largo de los años, sigue siendo relativamente desconocido fuera de la física. Es una lástima, porque sus contribuciones son comparables a las de colegas más famosos. No solo fue uno de los primeros en comprender la ruptura espontánea de simetría en la física de partículas, sino que también fue el primero en proponer que los quarks poseen color, en sugerir la existencia de los gluones y en señalar que ciertas propiedades de las partículas se podían explicar si imaginábamos que las partículas eran en realidad diminutas cuerdas, punto de partida de la teoría de cuerdas. Los físicos teóricos admiran los logros de Nambu, pero su tendencia natural es a rehuir los focos.

El despacho de Nambu estaba frente al mío cuando yo daba clase en la Universidad de Chicago. No interactuamos mucho, pero cuando lo hicimos fue en todo momento gentil y educado. Nuestro encuentro más importante se produjo cuando llamó a mi puerta esperando que pudiese ayudarle con el sistema de correo electrónico de los ordenadores del grupo de los teóricos, que tenía tendencia a tomarse un respiro en el  momento menos esperado. No fui de mucha ayuda, pero se lo tomó con filosofía. Peter Freund, otro teórico en Chicago, describe a Nambu como un «mago»: «De pronto, saca toda una serie de conejos de su chistera y, antes de que te quieras dar cuenta, los conejos se reordenan en una formación completamente novedosa, y por Dios que se mantienen en un equilibrio imposible sobre sus colas de peluche». Sin embargo, su exquisito sentido de la etiqueta le abandonó cuando fue nombrado brevemente director del departamento: como era reacio a responder explícitamente con una «no» ante cualquier pregunta, indicaba su desaprobación mediante una pausa antes de contestar que «sí». Lo cual causó cierta consternación entre sus colegas cuando se dieron cuenta de que sus solicitudes en realidad no habían sido aceptadas.

Después de que se propusiese la teoría BCS, Nambu comenzó a estudiar el fenómeno desde el punto de vista de un físico de partículas. Destacó la importancia fundamental de la ruptura espontánea de simetría y empezó a plantearse si habría manera de amplicar su ámbito de aplicación. Uno de los logros de Nambu consistió en demostrar (en parte con la colaboración del físico italiano Giovanni Jona-Lasinio) cómo podría producirse la ruptura espontánea de simetría incluso fuera de un superconductor. Podría ocurrir en el espacio vacío, en presencia de un campo de valor no nulo (un claro precursor del campo de Higgs). Cabe notar que su teoría también demostraba cómo un campo fermiónico que inicialmente careciese de masa podía adquirirla mediante el proceso de ruptura de simetría.

Por brillante que fuera, había que pagar un precio por la propuesta de ruptura espontánea de simetría de Nambu. Sus modelos, al tiempo que les proporcionaban masa a los fermiones, predecían una nueva partícula bosónica sin masa (precisamente lo que los físicos de partículas estaban tratando de evitar, puesto que no observaban que las fuerzas fundamentales produjesen tal partícula). No eran bosones de gauge, ya que Nambu estaba planteando la ruptura espontánea de simetrías globales, no locales. Se trataba de un nuevo tipo de partícula sin masa. Al poco tiempo, el físico escocés Jeffrey Goldstone alegó que esto no era simplemente un incordio: La ruptura espontánea de una simetría global siempre da lugar a partículas sin masa, conocidas ahora como «bosones de Nambu-Goldstone». El físico paquistaní Abdus Salam y el estadounidense Steven Weinberg colaboraron más tarde con Goldstone para elevar este argumento a lo que parecía ser una demostración concluyente, denominada actualmente «teorema de Goldstone».

Una de las cuestiones a las que debe dar respuesta cualquier teoría de ruptura de simetría es: ¿cuál es el campo que rompe la simetría? En un superconductor, esta es la función que desempeñan los pares de Cooper, estados compuestos de los electrones. En el modelo de Nambu-Jona Lasinio, se produce un efecto similar gracias a los nucleones compuestos. Sin embargo, a partir del artículo de Goldstone de 1961, los físicos se fueron haciendo a la idea de postular la existencia de un conjunto de nuevos campos bosónicos fundamentales cuya función consistiría en romper simetrías al tomar un valor no nulo en el espacio vacío. Este tipo de campos se llaman «escalares», lo cual es una manera de decir que no poseen espín intrínseco. Los campos de gauge que transmiten las fuerzas, aunque son también bosónicos, poseen espín 1, a excepción del gravitón, cuyo espín es 2.

Si la simetría no se rompiese, todos los campos del modelo de Goldstone se comportarían exactamente de la misma manera, como bosones escalares con masa, debido a los requisitos que impone la simetría. Una vez que esta se ha roto, se establecen diferencias entre los campos. En el caso de una simetría global (una única transformación en todo el espacio), que es el que Goldstone trató, uno de los campos sigue poseyendo masa, mientras que el resto pasa a convertirse en bosones de Nambu-Goldstone sin masa. Este es el teorema de Goldstone.

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Brian Cox: Cuatro cosas que debemos saber sobre la ciencia

Al ser entrevistado en el programa Today de la BBC Radio 4, Brian Cox, profesor en la Facultad de Física y Astronomía de la Universidad de Manchester y autor de El universo cuánticoy ¿Por qué E = mc2?, afirmó que hay cuatro ideas fundamentales que todos deberíamos saber sobre la ciencia dada su importancia para nuestra cultura: Que el universo comenzó con un Big Bang; que todas las cosas están compuestas de átomos; que todos compartimos un antepasado común (la teoría de la evolución de Darwin); y la teoría de la gravedad.

A continuación, la transcripción completa de la entrevista:

Brian Cox: Creo que es importante por muchas razones. Una de ellas es que estos grandes descubrimientos que mencionas —la idea de que la vida en la Tierra apareció hace 4.000 millones de años y de que compartimos un antepasado común—, son afirmaciones de gran peso cultural.

La idea de que hemos medido la edad del univero, 13.820 millones de años (ese dos es importante), es interesante. La edad de la Tierra, 4.540 millones de años… Así pues, conocemos la historia del origen y la evolución del universo, y la del origen y la evolución de la vida en la Tierra. Creo que esta es información culturalmente relevante.

John Humphrys: A ver, dinos qué tres cosas crees que todos deberíamos saber sobre la ciencia. Esta que acabas de mencionar es una…

B. C. : Sabemos que el universo comenzó con un Big Bang hace 13.820 millones de años…

J. H. : Pero la mayoría de nosotros no tenemos ni idea de lo que ese Big Bang significó en realidad.

B. C. : No, y aún estamos tratando de comprender exactamente qué es lo que sucedió, y es posible que nunca lleguemos a entenderlo.

Otra cosa: el premio Nobel Richard Feynman, el famoso físico, dijo que, si se destruyese todo el conocimiento en la Tierra, el dato que querría que todo el mundo supiese es que todas las cosas están compuestas de átomos. Es decir, que existen determinados elementos fundamentales del universo, y que los hemos descubierto en el último siglo, más o menos.

J. H. : Esa es otra de las cosas que todos deberíamos saber.

B. C. : Como has dicho, son tres… Creo que la idea de que todos tenemos un antepasado común es extremadamente importante. Y de hecho, entender la teoría de la evolución mediante selección natural de Darwin, esencial para la biología. ¿Cómo llegamos hasta ahí? De nuevo, es algo relevante desde un punto de vista cultural. Y es algo que sabemos.

J. H. : Si tuviese que decidirlo yo, que soy físico de partículas, me inclinaría por el hecho de que existen cuatro fuerzas fundamentales en la naturaleza, de las cuales la gravedad es la más evidente pero también la más débil.

J. H. : ¿Y las otras tres [fuerzas]?

B. C. : El origen de la vida en la Tierra…

J. H. : Ah, las cosas que ya has comentado. Vale, entonces ¿por qué yo sentiría un bochorno terrible si no conociese Muerte en Venecia o Grandes esperanzas, o lo que sea, pero —iba a decir «yo»…— mucha gente está dispuesta a reconocer que saben muy poco sobre ciencia? ¿Por qué pasa esto?
Has usado varias veces la palabra «culturalmente». Has dicho: «es relevante desde un punto de vista cultural que sepamos…».

B. C. : Esta situación es temporal. Si nos remontamos unos pocos siglos atrás, la ciencia formaba parte sin duda de la cultura popular. Si nos remontamos a Shelley, por ejemplo, a Mary Shelley cuando escribió Frankenstein. Lo escribió porque asistía a conferencias en la Royal Institution y en otros sitios, porque vio a Humphry Davy hablar sobre los asuntos más importantes de la época… Había muchos polímatas. Creo que uno de los problemas actuales es que la ciencia se ha vuelto muy grande y complicada. Pero pienso que las ideas básicas son fáciles de compender, si somos ciudadanos interesados. Y esto es algo tremendamente importante, más importante, en cierto sentido, que conocer cuáles son los hechos. Lo que creo que es muy importante que se sepa sobre la ciencia es esto: es el marco dentro del cual comprendemos la naturaleza.

Y ahora, para ser atrevidos y causar controversia, hablemos de cambio climático.

J. H. : Pero muy brevemente…

B. C. : Hay una pregunta legítima que podemos hacernos: si seguimos quemando combustible fósil a este ritmo, ¿cómo será el clima en 2100? Es una buena pregunta. La única manera de tratar de darle respuesta pasa por emplear el marco científico. Así, hacemos mediciones, desarrollamos modelos, y tratamos de obtener una respuesta. Es fundamental comprender que en ciencia no hay verdades absolutas. Es la única disciplina en la que se puede demostrar que alguien está completamente equivocado. Pero es lo mejor que tenemos, habida cuenta de nuestro conocimiento actual. Esto es algo muy importante.

Ver transcripción en inglés
Brian Cox: It’s important, I think, for many reasons. One is because these great discoveries, as you mentioned –the idea that life on Earth began 4 billion years ago and we all share a common ancestor–, that’s a culturally important statement.
The idea that we’ve measured the age of the universe, 13.82 billion years (that two is important), that’s interesting. The age of the Earth, 4.54 billion years… So we know the story of the origin and evolution of the universe, and the origin and evolution of life on Earth. I think that’s culturally important information.

John Humphrys: But I think… I’ll tell you what, give us what you think are three things we all should know about science. That’s one, you’ve just said…

B. C. : We know that the universe began in a Big Bang 13.82 billion years ago…

J. H. : But we haven’t got a clue, most of us, what that Big Bang actually meant.

B. C. : No, and we’re still trying to understand exactly how that happened, and we may never understand that.
Also, the Nobel laureate Richard Feynman, famous physicist, said that, if all knowledge was destroyed on Earth, then the piece of knowledge he’ like everyone to know is that everything is made of atoms. So there are fundamental building blocks of the universe that we’ve discovered in the last century or so.

J. H. : So that’s one of the things we should all know.

B. C. : Well, as you said, there are three… I think the idea that we all share a common ancestor is extremely important. So, actually, understanding Darwin’s theory of evolution by natural selection, that’s central to biology. How did we come to be here? Again, that’s a culturally significant thing to know. And we know that.

J. H. : Right, and the other one?

B. C. : I think, if it were me, because I’m biased and a particle physicist, I’d say that there are four fundamental forces of nature, of which gravity is the most obvious but the weakest.

J. H. : And the other three?

B. C. : Origin of life on Earth…

J. H. : Oh, the things you’ve been talking about! Alright, why is it then that I would be utterly ashamed if I didn’t know [Mort à Venise] or Great Expectations, or whatever it was, but –I was going to say «I»…– many people are prepared to admit that they know very little about science? What is it?

You kept using the word «culturally». You said «culturally important that we know…»

B. C. : This is temporary. If you go back a few hundred years, science was absolutely part of popular culture. If you back to Shelley, for example, Mary Shelley writing Frankenstein.

She wrote that because she was at lectures at the Royal Institution and other places, she saw Humphry Davy talk of the big issues of the day… People were in general polymaths.

I think one of the problems today is science has got very big and very complicated, and there’s a lot of it. But the simple ideas, I think, are easy to understand, if we’re just interested citizens. But it’s also extremely important, more important in a sense, than knowing the facts.
The thing that I think is very important is understanding what science is: it is the framework within which we understand nature.

So, if I go in with both feet, and cause controversy, political controversy, let’s talk about climate change.

J. H. : Very quickly…

B. C. : There’s a legitimate question that we must ask, which is, if we keep burning fossil fuels at this rate, what will the climate look like in 2100? It’s a good question.

The only way to try and answer that is a scientific framework. So we and we make measurements, we make models, and we try and give some answer.

The key thing to understand is that science is never right. It’s the one discipline where you can be absolutely wrong, you can be shown to be wrong. But it’s just the best we can do, given our current knowledge. That’s very important.

Fuente: BBC Radio 4.

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El efecto Brian Cox

Entrevista con Jeff Forshaw (coautor con Cox de ¿Por qué E = mc2? y El universo cuántico)

Libros de Brian Cox:

El universo cuántico. Y por qué todo lo que puede suceder, sucede

¿Por qué E = mc2? (y por qué debería importarnos)

Randall Munroe: ¿Qué pasaría si…?

Randall Munroe construía robots para la NASA cuando empezó a publicar en internet los hombres de palo que han acabado convirtiéndose en la seña de identidad de su famoso webcómic, xkcd. (Hay una versión parcial en español.)

La gente empezó a comprar camisetas y otras mercancías relacionadas con el cómic, hasta el punto de que, en un momento dado, Munroe tuvo que plantearse optar por uno de los dos trabajos y llegó a la conclusión, de que «era más fácil dibujar historietas en las que aparecieran robots que construir robots basados en cierta manera en el contenido de las historietas». Desde entonces (2006), Munroe viene publicando con regularidad sus viñetas, que se caracterizan por una muy característica combinación de humor algo gamberro y espíritu geek.

Científico vs. no científico. Fuente: xkcd.com (Randall Munroe)
Viñeta de xkcd.com.

No en vano, Randall estudió física en el prestigioso MIT. Fue durante su estancia allí cuando un amigo le habló de un programa para impartir clases de física a chavales de secundaria, y se dio cuenta de que estos se interesaban mucho más por lo que les contaba cuando usaba ejemplos reales, y no los típicos de una bola rodando por un plano inclinado, que simplifican la realidad (y la solución) pero le restan interés al problema.

Pero esto no es algo que les pase solo a los jóvenes: a todos nos intrigan cuestiones de lo más variopinto e incluso disparatado, alejadas por completo de los trillados ejercicios de los libros de texto.

De hecho, a lo largo de los años Munroe ha recibido multitud de preguntas de sus lectores, que van desde lo sorprendente («¿Cuántas piezas de Lego harían falta para construir un puente que fuese capaz de conectar el tráfico desde Londres hasta Nueva York? ¿Se han fabricado tantas piezas de Lego?») a lo absurdo («Estoy discutiendo con un amigo cuánto podría alguien correr sobre lava antes de morir, y hemos pensado que tú podrías ayudarnos a salir de dudas»).

Munroe cuenta que empezó respondiendo en privado a estas cuestiones de sus lectores, pero acabó llegando a la conclusión de que el mundo sería un lugar mejor si compartía el fruto de sus trabajos de investigación con todos ellos. El resultado es ¿Qué pasaria si…?, publicado recientemente en español por la editorial Aguilar. Un libro que hace honor a su subtítulo –que no tiene desperdicio–: «Respuestas serias y científicas a todo tipo de preguntas absurdas», y en el que recoge, acompañadas de sus ilustraciones, sus minuciosas y a menudo desternillantes explicaciones.

Randall Munroe, autor de «¿Qué pasaría si…?» | Por amor a la ciencia
Randall Munroe, autor de ¿Qué pasaría si…? (Aguilar, 2017).

«Me encantan las matemáticas, porque nos permiten partir de algo que sabemos y, a través de cálculos y estimaciones, usando un ordenador o simplemente lápiz y papel, llegar a saber cosas de lo más extrañas y de las que no teníamos ni idea.»

Algunas de las preguntas le resultaron tan desconcertantes o desagradables que ni siquiera se atrevió a tratar de darles respuesta. Son las que aparecen en el libro agrupadas en las secciones tituladas «Preguntas extrañas (e inquietantes) de la bandeja de entrada de ¿Qué pasaría si…?». He aquí algunos ejemplos: «¿Sería posible que mis dientes alcanzasen una temperatura tan fría que se hicieran añicos al beber un café caliente?», «¿Es posible llorar tanto que te deshidrates?», «Si la gente tuviera ruedas y pudiera volar, ¿cómo la diferenciaríamos de los aviones» «¿A qué velocidad tiene que correr un humano para ser cortado por la mitad a la altura del ombligo con un hilo para cortar queso?», «¿Cuál es el valor nutricional total (calorías, grasas, vitaminas, minerales, etcétera) del cuerpo humano medio?», «Si ahorraras toda una vida de besos y utilizaras esa potencia de succión en un solo beso, ¿cuánta fuerza de succión tendría ese beso?». O también esta otra: «Podrías sobrevivir a un maremoto si te sumergieras en una piscina excavada en el suelo», a la que acompaña la siguiente gráfica, demoledora:

¿Qué pasaría si…?, de Randall Munroe | Por amor a la ciencia

Más información sobre el libro:

¿Qué pasaría si…? Respuestas serias y científicas a todo tipo de preguntas absurdas, de Randall Munroe (Aguilar, 2017)

Fuentes:

Entrevista con Randall Munroe en Science Friday

Entrevista con Randall Munroe en NPR

Lewis Dartnell: Abrir en caso de apocalipsis

Una pandemia incontrolable, el impacto de un meteorito, o quizá una guerra nuclear; por el motivo que sea, el mundo que conocemos ha desaparecido y los escasos supervivientes deben comenzar de cero. ¿Cuáles son los conocimientos fundamentales necesarios para reconstruir nuestra civilización? Tras recoger lo poco lo poco que queda, ¿cómo se puede empezar a producir lo esencial? ¿Cómo cultivar alimentos, generar electricidad, preparar medicinas o extraer metal de las rocas? ¿Se puede evitar una nueva edad oscura y aprovechar los atajos para conseguir de nuevo el desarrollo?

Esta es la premisa de la que parte Lewis Dartnell, astrobiólogo de la Universidad de Leicester, en su nuevo libro, Abrir en caso de apocalipsis, «una guía rápida para reiniciar la civilización».

Abrir en caso de apocalipsis, de Lewis Dartnell | Por amor a la ciencia
Lewis Dartnell, autor de Abrir en caso de apocalipsis, fabrica una cocina de tiro invertido.

Abrir en caso de apocalipsis es al mismo tiempo un texto de referencia para rearrancar la civilización tras el apocalipsis y un recorrido por las tecnologías del mundo actual, fruto de más de 10.000 años de civilización, y que la inmensa mayoría de nosotros utilizamos casi como si fuesen mágicas, sin tener ni idea de cómo funcionan ni mucho menos aún cómo regenerarlas en caso de catástrofe.

Lejos de ser un texto derrotista, Abrir en caso de apocalipsis apela a la capacidad de resistencia de la humanidad si somos capaces de hacer frente a las dificultades partiendo del conocimiento de las ciencias naturales y de la comprensión de cómo funcionan las tecnologías contemporáneas.

Lewis Dartnell - Fotografía primitiva
Esta imagen de Dartnell, tomada mediante una cámara rudimentaria sobre una placa de vidrio y revelada utilizando un método sencillo que se explica en el libro, podría usarse como tarjeta postal del mundo postapocalíptico.

De hecho, uno de los aspectos más peligrosos de nuestras cómodas vidas modernas, explica Dartnell, radica en que han provocado que nos desvinculemos de los procesos básicos que nos sostienen, así como del conocimiento de las premisas científicas básicas que nos podrían permitir aprender las cosas por nosotros mismos: el conocimiento está distribuido en una red de millones de personas, cada una de las cuales sería incapaz siquiera de producir algo tan aparentemente sencillo como un lápiz.

En su «manual para el reinicio» Dartnell descompone las tecnologías necesarias hasta llegar a un nivel a partir del cual podríamos volver a poner en marcha nuestra civilización, y hace un recorrido por los cimientos de aspectos como la agricultura, la medicina, los materiales (unpacks technologies down to a level from which we could start again. He covers the foundations of areas like agriculture, medicine, las sustancias y materiales (como la arcilla, los metales o el vidrio), los transportes o las comunicaciones.

Con frecuencia, los consejos de Dartnell se basan en una combinación de conocimiento científico y recursos rescatados de la catástrofe. Y se pueden organizar en procesos encadenados, en los que los productos de uno sirven como punto de partida para el siguiente.

Por ejemplo, en esta célula de electrolisis para obtener agua potable a partir de agua de mar, fabricada con una batería de vehículo. Como Dartnell explica en el vídeo, uno de los productos de la electrolisis del agua salada es gas de cloro que, combinado con óxido de calcio o con bicabornato, permitiría producir lejía, algo que resultaría muy útil para fines higiénicos o para obtener agua potable.

O en este otro en el que Dartnell fabrica con un par de latas una cocina de tiro invertido, que permite quemar combustible con una gran eficiencia y podría utilizarse –como ya se hizo durante la Segunda Guerra Mundial– como fuente de energía para impulsar automóviles e incluso tanques usando madera:

Más información:

Abrir en caso de apocalipsis (Biblioteca de Por amor a la ciencia) (primeras páginas del libro).

Entrevista con Lewis Dartnell en El País  (11 de marzo de 2015): “Hemos perdido gran parte de nuestra capacidad para sobrevivir”.

Guías rápidas:

Cómo fabricar una cocina de tiro invertido (inglés) (vídeo).

Cómo abrir una lata sin abridor (vídeo).

Cómo hacer fuego con objetos cotidianos (vídeo).

Cómo producir electrolisis (vídeo).

Sean Carroll: Desde la eternidad hasta hoy

Este libro trata sobre la naturaleza del tiempo, el principio del universo y la estructura fundamental de la realidad física. No nos andamos con minucias. Las cuestiones a las que nos enfrentamos son antiguas y venerables. ¿De dónde proceden el tiempo y el espacio? ¿El universo que vemos es todo lo que hay, o existen otros «universos» fuera del alcance de nuestras observaciones? ¿En qué se diferencia el futuro del pasado?

Así se abre Desde la eternidad hasta hoy: En busca de la teoría definitiva del tiempo, el último libro publicado en español por el cosmólogo Sean Carroll, autor también de La partícula al final del universo, sobre la búsqueda del bosón de Higgs.

Para encontrar las respuestas a estos interrogantes, dice Carroll —cosmólogo en Caltech, donde, por cierto, se sienta a la mesa que en otros tiempos usó Richard Feynman—, debemos remontarnos hasta el big bang, e inclusó quizá antes.

La flecha del tiempo, vídeo de la excelente serie MinutePhysics narrado por el propio Sean Carroll.

Desde la eternidad hay hoy estudia la flecha del tiempo, la distinción entre pasado y futuro a la que tan acostumbrados estamos y que sin embargo no tiene reflejo en las leyes físicas microscópicas, que no hacen distinción entre las direcciones temporales.

¿De dónde surge entonces esta diferencia? ¿Por qué recordamos el pasado y no el futuro? ¿Por qué las personas nunca rejuvenecen con el paso del tiempo? O, si nos limitamos a escenarios más cotidianos: ¿Por qué  los cubitos de hielo se derriten en las copas, pero nunca se forman espontáneamente? ¿Por qué podemos romper y batir un huevo para hacer una tortilla, pero sabemos que una vez roto el huevo nunca se recompondrá por sí solo?

Es fácil experimentar los efectos de la flecha del tiempo, palpables a todo nuestro alrededor, pero es mucho más difícil explicarla. Los físicos recurren a la idea de la entropía, que, según la famosa segunda ley de la de termodinámica, tiende siempre a aumentar.

La entropía era muy baja en el universo primitivo —caliente y denso tras el big bang—,  muy distinto del universo actual (frío, vacío y con un espacio en expansión). Y esta diferencia se deja sentir en la manera en que funciona la naturaleza, desde cómo se derriten los hielos a la evolución de las especies.

Sean Carroll, junto a la portada de «Desde la eternidad hasta hoy»

Pero ¿por qué era tan baja la entropía tras el big bang? A esta pregunta se han enfrentado pensadores de la talla de Ludwig Boltzmann, Stephen Hawking, Richard Feynman, Roger Penrose o Alan Guth, e incluso el poeta y filósofo Lucrecio, en la antigua Roma. Pero aún no se ha encontrado una respuesta satisfactoria.

La única manera de entender el origen de la entropía pasa por comprender el origen del universo, por plantearse qué sucedió en el big bang, e incluso antes. En Desde la eternidad hasta hoy, Carroll analiza la relación de la entropía con los agujeros negros, la cosmología, la teoría de la información y la existencia de la vida. La historia del libro comienza en la cocina, donde podemos tranformar huevos en tortillas, pero no viceversa, y desde ahí nos lleva a los confines del universo, con los descubrimientos de la cosmología moderna: energía oscura, aceleración del universo, gravedad cuántica, e incluso la posibilidad de que el tiempo existiese antes del big bang y de que el nuestro sea solo un universo entre los infinitos que formarían el multiverso en el que la idea de la flecha del tiempo surge de manera natural a partir de las leyes físicas.

Con estas palabras da por terminado Carroll el viaje de ida vuelta entra la actualidad y el big bang que es su libro:

Descubrimos que no somos los protagonistas principales de la vida en el cosmos, sino un minúsculo epifenómeno, que hemos florecido durante un breve instante sobre la ola del aumento de entropía que va del big bang al silencioso vacío que le espera al futuro universo. No encontraremos propósito y significado en las leyes de la naturaleza, o en los planes de ningún agente externo que hizo que las cosas sean como son; nos corresponde a nosotros generarlos. Uno de esos propósitos, entre muchos, surge de nuestro impulso de explicar lo mejor que sepamos el mundo que nos rodea. Si nuestras vidas son breves y carecen de dirección, al menos podemos sentirnos orgullosos de nuestro coraje colectivo en nuestra lucha por comprender cosas mucho más grandes que nosotros.

 

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Sus libros

Desde la eternidad hasta hoy: En busca de la teoría definitiva del tiempo (Debate, 2015)

La partícula al final del universo: Del bosón de Higgs al umbral de un nuevo mundo (Debate, 2014)