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Diarios de escritorio: Daniel Kahneman

De la mano de Science Friday y sus Desktop Diaries (Diarios de escritorio), nos colamos hoy en el apartamento de Daniel Kahneman, psicólogo y premio Nobel en Economía, y autor del ya clásico Pensar rápido, pensar despacio.

Curiosamente, Kahneman no tiene despacho y, por no tener, no tiene ni escritorio. En su caso es rigurosamente cierto el dicho de que el saber no ocupa lugar:

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Estamos en Nueva York, en mi apartamento. Estoy jubilado, así que no tengo despacho en ningún otro sitio.

Me llamo Daniel Kahneman, y soy catedrático emérito en Princeton.

No, no tengo escritorio, llevo muchos años sin usar escritorio. No acumulo cosas, ni ideas tampoco. Si algo no funciona, simplemente paso a otra cosa.

Sí que les dedico tiempo a las ideas que parece que funcionan. Y soy perfeccionista, pero nunca he tenido una idea grandiosa, ni la intención de transformar las cosas.
Mucho de lo que he hecho se basa en la introspección y la observación informal.

Es una historia antigua, que a la gente le sorprende mucho, pero resulta que, en Estocolmo, a veces organizan una especie de audición, y yo había estado el año anterior. Y entonces fue cuando recibí la llamada. Fui a la habitación donde mi mujer estaba haciendo ejercicio y dije: «Me lo han dado». Y ella respondió: «¿Que te han dado qué?»

—¿Recibió un premio físico?

Sí, sí, se lo puedo enseñar, claro… Es curioso, porque no lo encuentro. Es muy extraño, tendré que preguntarle a mi mujer. Aparecerá. Y si no, tampoco pasa nada grave…

Me encanta el proceso. Casi siempre he trabajado con otras personas. Mi amigo y colega Amos Tversky, tanto él como yo preferíamos nuestra compañía a la de prácticamente cualquier otra persona.

Mi intención era transformar cuestiones filosóficas o generales en cuestiones más concretas sobre las personas.

El hecho de ser judío tiene su incidencia. A los judíos de la Europa del Este no se les permitía trabajar la tierra, lo cual hace que el mundo se restrinja a las personas y las palabras.

Nací en Tel Aviv, pero, cuando uno es académico, esa es prácticamente tu nacionalidad, esa otra tribu. Yo diría que la vida académica no es para todo el mundo. Y no es una cuestión de talento. Tienen que ser capaces de exagerar la importancia de lo que hacen, pues de lo contrario uno está en las trincheras, haciendo su pequeña cosita, que es su contribución a la ciencia… Debe ser capaz de ver la grandeza que hay en eso.

Si uno cree que su trabajo es insignificante, si no puede engañarse y pensar que su trabajo es importante, mejor que se busque otra carrera.

Pensar rápido, pensar despacio, de Daniel Kahneman, está publicado por la editorial Debate.

Más Diarios de escritorio: Michio Kaku: «No hace falta ser rubio y guapo para ser un héroe, también se puede ser científico»

Michio Kaku: no hace falta ser rubio y guapo para ser un héroe, también se puede ser científico

Gracias a Science Friday, el estupendo programa de divulgación científica de la radio pública estadounidense, entramos en el despacho donde Michio Kaku, físico teórico y futurista, escribe sus exitosos libros y graba sus programas de radio.

Kaku nos cuenta cómo Flash Gordon, el programa televisivo de los años cincuenta, le hizo darse cuenta de que no hacía falta ser rubio y musculoso para ser un héroe, ¡también podía hacerse científico!

Transcripción

Soy el profesor Michio Kaku. Soy profesor de física teórica en la City University de Nueva York y este es mi escritorio.

Llevo unos diez años en este despacho, antes estaba justo en el de al lado.

Cuando era niño, en el salón de mi casa, dos cosas me cambiaron la vida. Primero, la muerte de Einstein. Segundo, que los sábados por la mañana ponían Flash Gordon.

Me encantaba ver Flash Gordon, porque me introdujo en un mundo nuevo de cohetes espaciales, extraterrestres, escudos de invisibilidad y ciudades en el cielo.

Lo primero que aprendí fue que yo no tenía el pelo rubio, ni los ojos azules, ni tenía músculos, así que no iba a ser Flash Gordon. Pero era el científico el que inventaba las pistolas de rayos, las naves espaciales, la ciudad en el cielo.

La ciencia era la que hacía que la serie funcionase. Así que el salón de cuando era niño se ha transformado en mi despacho actual.

Está bastante desordenado. Como creo que dijo Winston Churchill: no tiene sentido tener un escritorio limpio y ordenado, porque eso significa que no estás haciendo nada.

Estos son algunos de los premios que me han dado a lo largo de los años. Supongo que algún día debería colgarlos.

Alguien me dibujó al estilo de Star Wars. Ahí estoy con mi espada de luz Jedi… Muchas de las cosas de Star Wars son físicamente posibles, salvo que no tengo una espada de luz…

En mi libro «La física del futuro» te llevo a dentro de cien años. Han inventado el coche sin conductor. Han inventado la lentilla conectada a internet. Han inventado la fábrica de recambios humanos, donde se puede producir cualquier órgano del cuerpo. Están empezando a descifrar el proceso del envejecimiento.

Todos tendremos esta tecnología, todos viviremos más años, y todos sabremos exactamente qué sucede, porque tendremos internet en nuestra lentilla, pero no por ello seremos mucho más felices.

No me gusta cambiar nada a menos que sea realmente necesario. Si un ordenador funciona, aunque sea viejo… Si no está roto, ¿para qué cambiarlo? Pero, si entrase aquí mi hija, probablemente diría: «¡Dios mío! Parece que estoy entre dinosaurios. ¡Mira! Ahí hay un brontosaurio. Y ahí un estegosaurio…»
Pero el tiempo pasa, y me digo: bueno, básicamente lo que sucede es que soy un tipo chapado a la antigua.

La física del futuro, de Michio Kaku, está publicado por la editorial Debate