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Edward O. Wilson, el rey de las hormigas

En este vídeo de la serie Diarios de escritorio, del programa Science Friday, el biólogo Edward O. Wilson, que acaba de publicar en español sus Cartas a un joven científico (Debate, 2014), nos abre las puertas de su despacho en la Universidad de Harvard (donde guarda su miniatura de Charles Darwin, a quien recurre en busca de apoyo moral) y nos lleva a visitar la mayor colección de hormigas del mundo, con alrededor de un millón de especímenes.

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Me llamo Edward O. –una inicial intermedia– Wilson, y algunos me conocen como E. O. Wilson. Los biólogos sabemos que «eo» significa «primitivo», como el Eoceno. Así que supongo que hay gente que cree que soy el Wilson primitivo. Pero da igual…

Aquí estoy, en el Museo de Zoología Comparada de la Universidad de Harvard. Y este es mi escritorio, que está hecho un desastre. Pero dicen que eso es signo de una mente activa.

Cumpliré 83 en junio, pero no me siento mayor porque, solo en el último año, he trabajado en Ecuador, Mozambique y en el país insular de Vanuatu estudiando a las hormigas. Un montón de especies nuevas.

Aunque no lo crean, llegué a las hormigas a los 9 años. Me atrajeron porque eran muy pequeñas, en parte porque solo veo con un ojo. Tuve un accidente de pesca, y me cuesta detectar cosas en la distancia, o mediante paralaje. Pero, una vez que me interesé por las hormigas, ya no pude dejarlo. Porque siempre me ha gustado aprender cosas nuevas. Y, por suerte, esto dio pie a una carrera científica de más de 60 años, estudiando las hormigas.

Conocemos 14.000 especies de hormigas, y yo he estudiado bastantes de ellas. De hecho, he descubierto y les he dado nombre, un nombre en latín, a 450 especies. Esta es la mayor colección del mundo. Tenemos alrededor de un millón de especímenes. Trabajando en un museo como este, descubrir una nueva especie no es nada especial. De hecho, es casi un engorro… Pero ¿es posible hacer ciencia, buena ciencia, sin que tenga sus buenos ratos de tedio?

Cuando estudié la clasificación y la distribución de las hormigas, se me ocurrieron ideas y principios sobre el origen de la condición humana. No creo que esto sea un avance como los de Einstein, ni como los de la mecánica cuántica. Para mí, es de sentido común. Pero he vivido dos episodios durante los que un número importante de colegas –¿cómo decirlo?– se han sentido molestos. El primero fue el de la Sociobiología, que solo decía que los seres humanos poseemos una naturaleza, que tenemos instintos. En los años 70, como pude comprobar, decir algo así no era muy popular entre las ciencias sociales. De hecho, las socias sociales sostenían en general que todo venía determinado por la cultura, la historia y las circunstancias y en entorno en el que las personas crecían. Eso era manifiestamente erróneo, incluso en aquella época.

Pero el segundo episodio es mucho más reciente, y tiene que ver con la selección de parentesco, y con nuevas maneras de explicar el origen del altruismo. En particular, después de una reunión con los dos matemáticos con los que trabajaba, me dirigí a Darwin y le dije: ¿Estás de acuerdo con todo lo que hemos decidido? Eso mejoró mucho nuestra moral.

Schopenhauer lo dijo perfectamente: Toda verdad primero se ridiculiza; luego, se rechaza airadamente; y, finalmente, se acepta diciendo: «Bueno, esto era algo que ya sabíamos desde el principio». Yo diría que ahora mismo estamos en pleno rechazo airado. Aunque he visto que algunos están pasando a la siguiente fase. Si es así como se resuelve el asunto, por mí estupendo.

Esto es un violín rústico.

Vamos a perder mucha de esta biodiversidad. Es casi inevitable. Pero espero que despertemos pronto.

No creo que yo distinto de ninguna otra persona, es solo que, probablemente, he estudiado la biodiversidad más que la mayoría de la gente. He estado en más sitios del mundo con bosques y floras ricos y fascinantes, y también soy consciente del tremendo valor que un entorno natural y sin corromper tiene para que los humanos entendamos cómo somos, e incluso para nuestro amor propio.

Hace poco visité en la isla de Nueva Caledonia, y estuvimos en el bosque de araucarias, una jungla ancestral, del Jurásico, algo genuino. Y me dije: esto es lo que debemos salvar para el futuro de la humanidad, para nuestro espíritu, para poder maravillarnos de lo que aún existe a nuestro alrededor. Eso va más allá de cualquier cosa que podamos inventar.

También en Por amor a la ciencia: Edward O. Wilson: consejos para jóvenes científicos

Libros de E. O. Wilson en la biblioteca de Por amor a la ciencia:

Cartas a un joven científico (Debate, 2014)

La conquista social de la Tierra (Debate, 2012)

Edward O. Wilson: Consejos para jóvenes científicos

Edward O. Wilson es considerado generalmente como la máxima autoridad mundial en el estudio de las hormigas. Wilson es también uno de los grandes divulgadores científicos, en buena medida por su capacidad para inspirar a quien lo lee o escucha, como queda de manifiesto en este vídeo de TED.com, grabado este mismo año, donde da una serie de consejos («los principios de Wilson») a los jóvenes científicos y a quienes, aún más jóvenes, todavía están a tiempo de decidirse a iniciar una carrera profesional en la ciencia:

Entre otros asuntos, Wilson le quita hierro (a partir del instante 4:50) a una de las barreras que han de superar muchos de los aspirantes a científicos: la «fobia» por las matemáticas, el lenguaje de la naturaleza. Y Wilson sabe bien de lo que habla:

«Durante 41 años enseñando biología en Harvard, observé con tristeza a estudiantes brillantes dar la espalda a la posibilidad de una carrera científica o incluso a tomar cursos de ciencia no obligatorios porque temían fracasar. Esta fobia a las matemáticas priva a la ciencia y a la medicina de una enorme cantidad de talentos absolutamente necesarios.

»[L]as matemáticas son un lenguaje como cualquier otro idioma verbal, con su propia gramática y su propia lógica. Cualquier persona con una inteligencia media que aprende a leer y escribir las matemáticas a un nivel elemental, como en los lenguajes verbales, no tendrá dificultades para comprender las reglas más básicas si decide dominar el lenguaje matemático de muchas disciplinas científicas. Cuanto más se tarde en adquirir al menos un nivel básico, más difícil será dominar el lenguaje matemático, como sucede con cualquier lenguaje verbal, pero es algo que se puede lograr a cualquier edad.

»Hablo como autoridad en la materia, porque soy un caso extremo. No estudié álgebra hasta mi primer año en la Universidad de Alabama. Antes de eso no se enseñaba. Y comencé a estudiar cálculo a los 32 años, siendo ya profesor titular en Harvard. Tenía como compañeros de clase a estudiantes a los que casi doblaba en edad; un par de ellos eran alumnos míos en un curso de biología evolutiva. Me tragué mi orgullo y aprendí cálculo.

»Descubrí que en la ciencia y en sus diversas aplicaciones, lo fundamental no es tanto la habilidad técnica como la imaginación en todas sus vertientes. La capacidad de formar conceptos a partir de las imágenes de entidades y procesos guiados por la intuición. Descubrí que los avances en ciencia pocas veces proceden de la capacidad de plantarse frente a una pizarra y conjurar imágenes a partir del desarrollo de proposiciones y ecuaciones matemáticas, sino que son el resultado de una imaginación que da paso a un duro trabajo, para el que los razonamientos matemáticos a veces son relevante, pero otras veces no.»

Wilson es un autor prolífico y reconocido, ganador en dos ocasiones del premio Pulitzer. Tras La conquista social de la Tierra (Debate, 2012), su libro más reciente en castellano es Cartas a un joven científico (Debate, 2014) (cuyas primeras páginas se pueden leer aquí).

Cartas a un joven científico, de Edward O. Wilson (Debate, 2014)

La conquista social de la Tierra, de Edward O. Wilson (Debate, 2012)

[Artículo actualizado el 20 de enero de 2014, para reflejar la publicación de Cartas a un joven científico.]