Etiquetado: Michio Kaku

Michio Kaku explica qué es la conciencia

En una entrevista concedida a la revista digital Nautilus, recogida en una serie de vídeos breves (subtitulados en inglés y español), el físico teórico Michio Kaku, cuyo último libro lleva por título El futuro de nuestra mente, explica con su habitual elocuencia qué es para él la conciencia:

Pregunta: ¿Qué hace un físico teórico como usted estudiando el cerebro?

Michio Kaku: Si tuviésemos que resumir los dos mayores misterios de toda la ciencia, uno sería el origen del universo y otro sería el origen de la inteligencia y la conciencia. Como físico, yo trabajo en el primero, en la teoría de la cosmología, de los big bangs y los multiversos. Ese es mi mundo, mi día a día, así es como me gano la vida.

Sin embargo, también sé que los físicos están fascinados por la conciencia. Hay ganadores del Nobel que reflexionan sobre la cuestión de la conciencia. ¿Existe una conciencia cósmica? ¿Qué significa observar algo? ¿Qué significa existir? Estas son preguntas que los físicos nos hemos planteado desde que Newton comenzó a crear [sic] leyes físicas, cuando empezamos a comprender que también nosotros debemos obedecerlas, y que por tanto somos parte de la ecuación.

Existe pues un enorme vacío alrededor del cual los físicos han dado vueltas durante muchísimas décadas: la conciencia. Así que decidí… me dije: «¿Por qué no aplicar un punto de vista físico para entender algo tan etéreo como la conciencia?

¿Cómo abordamos los físicos un problema? Primero, creamos un modelo (de un electrón, un protón, un planeta en el espacio). Comenzamos a crear las leyes de movimiento para ese planeta y a continuación estudiamos cómo interactúa con el sol. Cómo orbita a su alrededor, cómo interactúa con otros planetas. Y, por último, predecimos el futuro. Realizamos una serie de predicciones sobre el futuro.

Así pues, primero estudiamos la posición del electrón en el espacio. Después, calculamos su relación
con otros electrones y protones. En tercer lugar, vemos cómo evoluciona la situación en el tiempo. Así es como trabajamos los físicos.

Entonces me dije: «¿Por qué no aplicar la misma metodología a la conciencia?» Y empecé a darme cuenta de que hay tres niveles de conciencia: la conciencia del espacio, esto es, la de caimanes y reptiles; la conciencia de la relación con los demás, es decir, de los animales sociales, los monos, animales que poseen una jerarquía social y emociones; y, en tercer lugar, nosotros, que estudiamos la evolución hacia el futuro, hacemos planes, desarrollamos estrategias y proyectos para el futuro. Me fui dando cuenta de que la propia conciencia encaja en este mismo paradigma, si la analizamos junto con la física.

P: ¿Cuál es su «teoría espaciotemporal de la conciencia»?

M.K.: Soy físico, y a los físicos nos gusta clasificar las cosas numéricamente. Nos gusta ordenar las cosas, encontrar las interrelaciones entre ellas, y después extrapolar hacia el futuro. Eso es lo que los físicos [hacemos], así es como abordamos un problema.

Pero, por lo que respecta a la conciencia, tengamos en cuenta que se han escrito más de 20.000 artículos sobre el asunto. Nunca tanta gente ha dedicado tanto tiempo para producir tan poco.

Así pues, me propuse crear una definición de conciencia, y después una clasificación. Creo que la conciencia es el conjunto de bucles de retroalimentación necesarios para crear un modelo del lugar que ocupamos en el espacio, en relación a los demás y en relación con el tiempo.

Por ejemplo, fijémonos en los animales. Yo diría que los reptiles son conscientes, pero su conciencia es limitada, en el sentido de que entienden su posición en el espacio con respecto a su presa, con respecto a donde viven, y eso es básicamente la parte posterior de nuestro cerebro. La parte posterior de nuestro
cerebro es la más antigua; es el cerebro reptil, el cerebro espacial.

La zona intermedia del cerebro es el cerebro emocional, el cerebro que entiende nuestra relación
con otros miembros de nuestra especie. El protocolo, la buena educación, la jerarquía social… Todas estas cosas están codificadas en el cerebro emocional, el cerebro de mono en mitad de nuestro cerebro.

A continuación está el más elevado nivel de conciencia, que nos distingue del reino animal. Los animales entienden muy bien el espacio, de hecho mejor que nosotros. El sentido de la vista de los halcones, por ejemplo, es mucho mejor que el nuestro.

También tenemos un cerebro emocional, como los monos y los animales sociales, pero comprendemos el tiempo de una manera en que el resto de los animales no es capaz. Entendemos el mañana.

Podemos entrenar a nuestro perro o gato para que haga muchos trucos, pero intentemos explicarle el concepto de «mañana» a nuestro perro o gato… ¿Y qué hay de la hibernación? Los animales hibernan, ¿no es cierto? Pero eso es algo instintivo. Llega el frío, el instinto les dice que disminuyan su actividad hasta que acaban quedándose dormidos e hibernando.

Nosotros, sin embargo, tenemos que hacer las maletas, acondicionar nuestros hogares para el invierno, hacer todo tipo de cosas para prepararnos para la época invernal. Así pues, comprendemos el tiempo de una manera distinta a la de los animales.

P: ¿Por qué es el sentido del tiempo tan importante para comprender la conciencia?

M.K.: Ahora estamos fabricando robots, ¿no? La pregunta es: ¿hasta qué punto son conscientes los robots? Como podemos ver, se encuentran en el nivel uno. Tienen la inteligencia de una cucaracha, de un insecto, de un reptil. No poseen emociones. No pueden reírse, ni entender quiénes somos. No comprenden quiénes son ellos. No entienden la jerarquía social. En cierta medida comprenden el tiempo, pero en un solo parámetro. Pueden simular el futuro en una única dirección. Nosotros simulamos el futuro en todas las dimensiones (dimensiones de emociones, dimensiones de espacio y tiempo). Vemos pues que los robots se encuentran básicamente en el nivel uno.

Algún día puede que nos encontremos con seres extraterrestres, y entonces la pregunta será: si son más inteligentes que nosotros, ¿qué significa eso exactamente? Para mí, significa que serán capaces de soñar despiertos, de planificar e imaginar estrategias mucho mejor que nosotros. Si son más inteligentes que nosotros, irán varios pasos por delante. Podrían «sacarnos ventaja» porque serían capaces de ver el futuro.

Esto nos distingue de los animales: vemos el futuro. Trazamos planes, proyectos, estrategias. No podemos evitarlo. Habrá quien dirá: «¡Bah, tonterías! No me creo esa teoría, tiene que haber excepciones, cosas que quedan fuera de la teoría de la conciencia, como el humor».

¿Qué podría ser más etéreo que una broma? Pero pensemos en esto momento. ¿Por qué es graciosa una broma? Porque, cuando la oímos, la completamos mentalmente, y después, cuando el remate real de la broma es distinto del que habíamos previsto, eso la hace «graciosa».

Por ejemplo, una de las hijas del presidente Roosevelt era la cotilla de la Casa Blanca, y tenía fama de decir: «Si no tiene nada bueno que decir de alguna persona, por favor, siéntese a mi lado». ¿Por qué es eso «gracioso»? Porque completamos la frase por nuestra cuenta: Si no tiene nada bueno que decir de alguien, cállese y no diga nada. Nuestros padres nos lo enseñaron así. Pero el giro llega con el «siéntese a mi lado». Y por eso es «gracioso».

O WC Fields, al que le preguntaron: «¿Está usted a favor de las actividades sociales para jóvenes? Por ejemplo, ¿está usted a favor de los clubes para jóvenes?» Y respondió: «¿Que si estoy a favor de los clubes para jóvenes? Sí, pero solo si por las buenas la cosa no funciona.» Es gracioso porque pensamos en los «clubes» como sitios de reunión social. Pero WC Fields le da la vuelta al utilizar otro significado [«club» significa también «garrote» en inglés]. Y por eso «es gracioso», porque no podemos evitarlo: completamos el futuro mentalmente.

P: Afirma usted que tenemos un «CEO» [director ejecutivo] en el cerebro. ¿Qué significa eso exactamente?

M.K.: ¿En qué nos diferenciamos de los animales? Si colocamos, por ejemplo, a un ratón
entre el dolor y el placer, entre una descarga y comida, o —mejor dicho, perdón— entre dos trozos de comida, se quedará, como el proverbial burro, desconcertado. Irá de uno a otro, una y otra vez, porque es incapaz de decidir. No es capaz de tomar una decisión definitiva sobre algo. Carece de un CEO que tome esa decisión final.

Nosotros sí lo tenemos. Está en la parte frontal del cerebro, donde podemos localizar la conciencia de uno mismo. Metemos el cerebro en un escáner MRI, le pedimos a la persona que se imagine a sí misma, y ¡bingo! Exactamente ahí, justo detrás de la frente, la máquina se activa. Ahí es donde se encuentra nuestra sensación de autoconciencia.

Cuando hay que tomar una decisión difícil entre dos cosas, a los animales les cuesta hacerlo, porque reciben todo tipo de estímulos diferentes. Tienen dificultades para decidir. En nuestro caso, sin embargo, se activa esa zona, ese es el «CEO» que acaba tomando la decisión final, evaluando todas las consecuencias.

¿Cómo lo hacemos? Simulando el futuro. Si a un niño le ponemos un caramelo delante, el niño dirá: «Si tomo el caramelo, ¿le parecerá bien a mi madre? ¿se enfadará? ¿Cómo lo voy a pagar?» Eso es lo que se nos pasa por la cabeza, completamos el futuro, y esa es la parte del cerebro que se activa. Así es como el CEO toma la decisión entre dos cosas mientras que los animales lo hacen por instinto, o bien se quedan indecisos.

P: Su «CEO en el cerebro» aparentemente actúa con intención y propósito, pero las neuronas o se activan o no. No podemos decir que tengan propósito, ¿verdad?

R: Existe un propósito tras nuestra conciencia, que es básicamente nuestra supervivencia, y también nuestra reproducción.

Pensemos en nuestras ensoñaciones cotidianas. Cuando soñamos despiertos, ¿en qué pensamos? En primer lugar, pensamos en la supervivencia: ¿Dónde está mi siguiente comida o trabajo? ¿Cómo impresiono a la gente para progresar en mi carrera? Y cosas de ese estilo. O pensamos: «Eh, que es viernes por la noche. Me siento solo. Quiero salir a bailar a una discoteca y pasarlo bien.»

Si nos paramos a pensarlo, vemos que existe un propósito, y por eso tenemos emociones. Las emociones tienen un propósito claro. La evolución nos dotó de emociones porque son buenas para nosotros. Por ejemplo, el concepto de lo que «nos gusta». ¿Cómo nos gusta algo? Bien pensado, la mayoría de las cosas son peligrosas. Todas las cosas que nos rodean son o bien neutrales o, de hecho, peligrosas. Solo una pequeña proporción de las cosas son buenas para nosotros. Y las emociones dicen: «Nos gusta esto porque estas cosas son buenas para nosotros.»

Por ejemplo, los celos son muy importantes como emoción, porque contribuyen a garantizar nuestra reproducción y que nuestros genes pasen a la siguiente generación. La ira… Todas estas emociones que sentimos, que son instintivas, las tenemos integradas porque debemos tomar decisiones en fracciones de segundo que la corteza prefrontal tardaría muchos minutos en evaluar racionalmente. No tenemos tiempo. Si vemos un tigre, sentimos miedo. La razón es que es algo peligroso y debemos salir corriendo.

Hay otra cuestión que se plantea a veces: ¿Puede un robot sentir el color rojo? O, ¿cómo sabemos que somos conscientes? Porque podemos sentir una puesta de sol o el esplendor de la naturaleza, pero los robot no, ¿verdad?

Yo no creo que eso sea así, porque hace mucho tiempo la gente se planteaba con frecuencia la pregunta de «¿qué es la vida?» Aún recuerdo, de niño, todos los ensayos y artículos que se escribían sobre el asunto.

Esa cuestión prácticamente ha desaparecido. Ya nadie se la plantea, porque ahora sabemos —gracias a la biotecnología— que hay una gradación, que es una cuestión muy complicada. No existe únicamente lo vivo y lo no vivo, sino que hay toda clase de virus y otras cosas intermedias.

Así pues, vemos que ahora la pregunta de «¿qué es la vida?» ha desaparecido prácticamente. Y yo creo que la cuestión de «¿qué es la conciencia?», y «¿puede la conciencia entender el color rojo en una máquina?» también irá desapareciendo progresivamente.

Algún día tendremos una máquina que entienda el color rojo mucho mejor que nosotros. Será capaz de comprender el espectro electromagnético, la poesía, analizar la leyenda y la historia alrededor del rojo mucho mejor que cualquier humano. Y el robot dirá: «¿Pueden los humanos entender realmente el color rojo? Creo que no.» Algún día los robots tendrán tal acceso a internet, a los sensores, que comprenderán el color rojo de una manera de la que la mayoría de los humanos somos incapaces y concluirán: «Dios mío, los humanos no pueden entender el rojo».

Fuente: Michio Kaku Explains Consciousness For You | Nautilus Magazine

Más Michio Kaku en Por amor a la ciencia:

Michio Kaku sobre las imágenes cerebrales y la posibilidad de leer la mente y grabar los sueños

Michio Kaku y el futuro de nuestra mente

Michio Kaku: no hace falta ser rubio y guapo para ser un héroe, tambien se puede ser científico

Libros de Michio Kaku en nuestra biblioteca

Michio Kaku sobre las imágenes cerebrales y la posibilidad de leer la mente y grabar los sueños

Transcripción

De niño, me fascinaba la telepatía en la ciencia ficción. De hecho, intentaba con todas mis fuerzas leer las mentes de los demás, y proyectar mis pensamientos en sus cabezas. Y llegué a la conclusión de que, aunque quizá hubiese telépatas en la Tierra, yo no era uno de ellos.

Ahora que soy físico, me doy cuenta de que, con todos nuestros dispositivos para estudiar el cerebro humano, podemos realmente ver cómo los pensamientos van de un lugar a otro en su interior. Podemos ver un cerebro vivo y pensante en pleno funcionamiento, y también crear simulaciones por ordenador para entender lo que las personas piensan. Así que la telepatía existe.

Por ejemplo, mi colega Stephen Hawking no controla sus dedos, así que no puede comunicarse ni siquiera mediante un ordenador. Pero, si nos fijamos en la montura de sus gafas, veremos un sensor de electroencefalografía que detecta las ondas de radio de su cerebro y las descodifica, lo que le permite manejar en cierta medida un ordenador. Aún se puede mejorar, implantando un chip directamente sobre el cerebro. Las personas que están completamente paralizadas, como vegetales atrapadas en un cascarón sin vida, pueden ahora jugar a videojuegos, leer y escribir emails, hacer crucigramas… Pueden también manejar su silla de ruedas, controlar los electrodomésticos de su casa, controlar brazos mecánicos… Lo siguiente será que controlen piernas mecánicas y exoesqueletos. De hecho, uno de los pioneros de esta tecnología quiere que una persona paralítica con un exoesqueleto haga el saque de honor en el próximo Mundial de fútbol. Este es el objetivo de uno de los científicos a los que entrevisto en mi libro.

Ya hace tiempo que sabemos cómo son las ondas que emite el cerebro. Ahora podemos realmente conectarlo a un ordenador y, en el futuro, con un exoesqueleto que nos permitirá ser como Iron Man, que ha dejado de ser algo propio de la ciencia ficción, para convertirse en algo que podemos ver en el laboratorio. Además de colocar un chip sobre el cerebro, también podemos introducir directamente en él sensores del grosor de un cabello humano. Algunas personas sufren depresiones resistentes a los medicamentos, la psiquiatría y la terapia. Padecen depresiones crónicas. Resulta que cuando se les introduce en un escáner cerebral se observa que hay cierta parte de su cerebro que parece estar relacionada con la depresión. Mediante sondas, podemos reducir la actividad eléctrica de esas zonas y curarlos. Así, pasamos de tener personas que han sufrido depresiones crónicas, con tendencias suicidas, a que estén curadas.

Es extraordinario. Pero esta es solo una más de las maneras en que podemos acceder a la mente humana. Otra es usando sondas en operaciones para curar la epilepsia. Los epilépicos sufren ataques, muchos de los cuales ponen en peligro sus vidas. Es posible retirar parte del cráneo. Estas personas estás totalmente despiertas durante el proceso, porque el cráneo no posee terminaciones nerviosas que sientan dolor. Se les coloca un conjunto de electrodos directamente sobre el cerebro y las personas pueden escribir con tan solo pensar en ello. Piensan en una letra, un ordenador reconoce el patrón y la escribe.

Otra manera más de explorar el cerebro es mediante un escáner de MRI. Podemos tomar un cerebro vivo, colocarlo en un MRI y obtener 30.000 puntos, como unas luces de navidad, que codifican la cantidad de actividad eléctrica. Tomamos estos 30.000 puntos, los introducimos en un programa informático capaz de descrifrarlos y ¡bingo!, obtenemos una representación de lo que la persona está pensando. Ahora podemos visualizar lo que alguien piensa. De hecho, está en la web. Por ejemplo, hay una foto de Steve Martin en una de sus películas, y junto a ella está la imagen vista a través del cerebro humano. Esto es asombroso. Se pueden distinguir claramente los ojos, las orejas, pero no se puede reconocer que es Steve Martin. También se puede hacer con girafas, con elefantes. Y se nota claramente que estamos viendo un animal, no un ser humano.

De hecho, estamos empezando el proceso de fotografiar los sueños. Algo que antes era pura ciencia ficción. Recordemos «Inception», la película con Leonardo DiCaprio. Resulta que los primeros pasos en esa dirección ya se han dado en Kyoto y Berkeley. Se coloca al paciente en un escáner de MRI y se queda dormido. Se escanea el cerebro, obteniendo los 30.000 puntos. Un ordenador los analiza y reconstruye la imagen de lo que está soñando. He visto esas imágenes. Aún son muy burdas. Se ve claramente que está soñando sobre un humano. Pero algún día seremos capaces de refinar esta técnica y, al despertarnos por la mañana, podremos darle al «play» en el ordenador y veremos lo que hemos soñado esa noche.

Empieza a leer El futuro de nuestra mente

Fuente: Michio Kaku on Reading Minds, Recording Dreams, and Brain Imaging | Big Think

Más Michio Kaku en Por amor a la ciencia:

Michio Kaku y el futuro de nuestra mente

Michio Kaku: no hace falta ser rubio y guapo para ser un héroe, tambien se puede ser científico

Libros de Michio Kaku en nuestra biblioteca

Michio Kaku y el futuro de nuestra mente

Michio Kaku, físico teórico en la City University de Nueva York y popular autor de obras como La física del futuro o Física de lo imposible, acaba de publicar en español y en inglés su nuevo y esperado libro (que en su primera semana a la venta llegó a lo más alto de la lista de bestsellers del New York Times en la categoría de no ficción).

En El futuro de nuestra mente (cuyas primeras páginas se pueden leer aquí), Kaku se adentra en la ciencia de la conciencia y concluye que muchos de los misterios de la mente pronto dejarán de serlo. Para respaldar tan osada afirmación, nos lleva a hacer un recorrido por varios de los laboratorios punteros en neurociencia, nos explica cómo funcionan algunas de las avanzadas tecnologías que harán posibles esos increíbles avances, e incluso se permite proponer una nueva teoría de la mente.

Hace unos días, Kaku participó en un encuentro en la web de Reddit (los populares AMAs, [Ask Me Anything; Preguntadme lo que queráis]), del que recogemos aquí algunos extractos.

Sobre los avances que están por llegar:

«Los viajes en el tiempo y la teletransportación tendrán que esperar. Puede que tardemos siglos en dominarlos. Pero en las próximas décadas entenderemos la materia oscura, es posible que demostremos la validez de la teoría de cuerdas, puede que encontremos otros planetas que alberguen vida y quizá tengamos un «cerebro 2.0″, esto es, la capacidad de almacenar nuestra conciencia en un disco que perduraría más allá de nuestra muerte.»

«Creo que, en los próximos años, dispondremos que un marcapasos para el cerebro, que estimulará la memoria de las personas que padezcan alzheimer. Podrán cargar recuerdos sencillos sobre quiénes son y dónde viven. Además, quizá podamos utilizar dispositivos electrónicos para cargar en nuestro cerebro recuerdos de vacaciones que nunca hemos vivido. Y la propia internet será una «brain-net» [red de cerebros] de emociones y recuerdos.»

«El siglo XX fue el siglo de la física, con los ordenadores, los láseres, la televisión, la radio, el GPS, internet… La física, a su vez, ha permitido la exploración biológica. Por eso creo que el siglo XXI será el de la física y la biología, en particular el de la biología que se pueda explorar mediante la física. Por eso, será un futuro de nanotecnología, biotecnología, inteligencia artificial y física cuántica.»

Sobre la película «Her«:

«No la he visto, pero creo que solo es cuestión de tiempo. Hoy en día, aún es fácil distinguir cuándo estamos hablando con un ordenador. Los ordenadores no poseen autociencia, y no dominan el sentido común. Pero es una cuestión técnica, así que creo que, en las próximas décadas, tendremos algo como Her

Sobre la colonización de otros planetas:

«Estoy de acuerdo con Carl Sagan, que decía que en el futuro nuestra especie debería vivir a caballo entre dos planetas. La vida es demasiado valiosa como para limitarla a un solo planeta. Pero también creo que deberíamos buscar maneras de abaratar los viajes espaciales. En lugar de los costosos cohetes propulsores, quizá deberíamos pensar en cohetes impulsados por láser o microonadas, o en ascensores espaciales. Mientras tanto, el coste de la exploración espacil limitará nuestra capacidad de explorar el universo.»

«Pienso que pasará mucho más tiempo del que creen los escritores de ciencia ficción antes de que podamos tener una colonia en el espacio. Poner un kilo de cualquier material en órbita cerca de la Tierra cuesta unos 20.000 dólares. Nuestro peso en oro. Llevarlo hasta la Luna supone alrededor de 200.000 dólares. Y para que llegue a Marta se necesitan 2 millones de dólares.»

Sobre el nacimiento del universo:

«La idea actual es que el tiempo no empezó con el Big Bang, y que existía un multiverso incluso antes del Big Bang. Tanto la teoría de la inflación cosmológica como la teoría de cuerdas contemplan la posible existencia de universos antes de nuestro Big Bang, y el hecho de que se estén produciendo continuamente nuevos Big Bangs. Los universos se forman cuando chocan dos burbujas, o cuando una de ellas se divide en dos más pequeñas.»

Sobre la política:

«Uno de los problemas de la política es que se trata de un juego de suma cero. Es decir, los polítios discuten sobre la manera de repartir el pastel en pedazos cada vez más pequeños, distribuyendo los trozos de distintas maneras. Creo que esto es destructivo. Lo que deberíamos hacer es crear un pastel más grande; esto es, invertir en ciencia, que es la fuente de toda nuestra prosperidad. La ciencia no es un juego de suma cero.»

Sobre el aprendizaje:

«Un consejo: Mantened viva la llama de la curiosidad y el asombro, incluso cuando estudiéis materias aburridas. Ese es el pozo del que todos los científicos nos nutrimos y sacamos nuestra energía. Además, aprended matemáticas. Son el lenguaje de la naturaleza, y tenemos que dominarlo.»

«De niño tuve dos modelos. Uno era Einstein, cuya infructuosa búsqueda de una teoría del todo me tenía fascinado. Pero también veía Flash Gordon, la antigua serie televisiva. Todo lo que en ella aparecía me tenía enganchado: naves espaciales, extraterrestres, pistolas de rayos… Con el tiempo, me di cuenta de que la base de la serie era la física, y así fue como vi que mis dos amores de infancia eran en realidad una misma cosa.»

Empieza a leer El futuro de nuestra mente

Fuentes:

String Field Theory Genius Explains The Coming Breakthroughs That Will Change Life As We Know It | Business Insider

AMA (Ask Me Anything) de Michio Kaku en Reddit (7 de marzo de 2014)

Más Michio Kaku:

Michio Kaku: no hace falta ser rubio y guapo para ser un héroe, también se puede ser científico | Por amor a la ciencia

El cerebro transparente: descubriendo los inquietantes secretos de nuestro cerebro | Xataka Ciencia

Michio Kaku: no hace falta ser rubio y guapo para ser un héroe, también se puede ser científico

Gracias a Science Friday, el estupendo programa de divulgación científica de la radio pública estadounidense, entramos en el despacho donde Michio Kaku, físico teórico y futurista, escribe sus exitosos libros y graba sus programas de radio.

Kaku nos cuenta cómo Flash Gordon, el programa televisivo de los años cincuenta, le hizo darse cuenta de que no hacía falta ser rubio y musculoso para ser un héroe, ¡también podía hacerse científico!

Transcripción

Soy el profesor Michio Kaku. Soy profesor de física teórica en la City University de Nueva York y este es mi escritorio.

Llevo unos diez años en este despacho, antes estaba justo en el de al lado.

Cuando era niño, en el salón de mi casa, dos cosas me cambiaron la vida. Primero, la muerte de Einstein. Segundo, que los sábados por la mañana ponían Flash Gordon.

Me encantaba ver Flash Gordon, porque me introdujo en un mundo nuevo de cohetes espaciales, extraterrestres, escudos de invisibilidad y ciudades en el cielo.

Lo primero que aprendí fue que yo no tenía el pelo rubio, ni los ojos azules, ni tenía músculos, así que no iba a ser Flash Gordon. Pero era el científico el que inventaba las pistolas de rayos, las naves espaciales, la ciudad en el cielo.

La ciencia era la que hacía que la serie funcionase. Así que el salón de cuando era niño se ha transformado en mi despacho actual.

Está bastante desordenado. Como creo que dijo Winston Churchill: no tiene sentido tener un escritorio limpio y ordenado, porque eso significa que no estás haciendo nada.

Estos son algunos de los premios que me han dado a lo largo de los años. Supongo que algún día debería colgarlos.

Alguien me dibujó al estilo de Star Wars. Ahí estoy con mi espada de luz Jedi… Muchas de las cosas de Star Wars son físicamente posibles, salvo que no tengo una espada de luz…

En mi libro «La física del futuro» te llevo a dentro de cien años. Han inventado el coche sin conductor. Han inventado la lentilla conectada a internet. Han inventado la fábrica de recambios humanos, donde se puede producir cualquier órgano del cuerpo. Están empezando a descifrar el proceso del envejecimiento.

Todos tendremos esta tecnología, todos viviremos más años, y todos sabremos exactamente qué sucede, porque tendremos internet en nuestra lentilla, pero no por ello seremos mucho más felices.

No me gusta cambiar nada a menos que sea realmente necesario. Si un ordenador funciona, aunque sea viejo… Si no está roto, ¿para qué cambiarlo? Pero, si entrase aquí mi hija, probablemente diría: «¡Dios mío! Parece que estoy entre dinosaurios. ¡Mira! Ahí hay un brontosaurio. Y ahí un estegosaurio…»
Pero el tiempo pasa, y me digo: bueno, básicamente lo que sucede es que soy un tipo chapado a la antigua.

La física del futuro, de Michio Kaku, está publicado por la editorial Debate