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Walter Isaacson: La teoría más hermosa de Albert Einstein

Este mes de noviembre celebramos el primer centenario de la teoría de la relatividad general, que Walter Isaacson, biógrafo de Einstein, considera «la teoría más hermosa de la historia de la ciencia» (y no es el único).

Y no estamos solos en la celebración: hasta el día 24 de noviembre de 2015, la web de ciencia Materia y la editorial Debate sortean diez ejemplares de la biografía de Einstein escrita por Isaacson entre quienes envíen un vídeo explicando la teoría de la relatividad en menos de un minuto (a las cuentas de Twitter o Facebook de Materia con el hasthtag #Relatividad100).

¿Te atreves a intentarlo? Este breve vídeo de Isaacson puede servirte de inspiración…



El camino que lleva a Einstein hasta la teoría de la relatividad comienza en 1905, mientras trata de entender por qué la velocidad de la luz siempre es constante, tanto si uno se aproxima a la fuente de la luz, como si se aleja de ella. Se le ocurre un experimento mental: imagina que un rayo cae sobre ambos extremos de un tren que mueve a gran velocidad. Una persona que esté en el tren verá la sucesión de los rayos de manera ligeramente distinta que alguien que se encuentre junto a la vía.Einstein sabe que todo movimiento es relativo. No podemos decir que la persona en el tren tiene razón y la que está en la vía no. Y eso significa que el tiempo es relativo y depende de nuestro estado de movimiento.

Esta es la teoría de la relatividad especial, que Einstein propuso en 1905.

Diez años después de la teoría especial, en 1915, Einstein la generalizó para incluir el movimiento acelerado y relacionarla con la gravedad. La llamó teoría de la relatividad general y es la teoría más hermosa de la historia de la ciencia.

Lo hizo mediante otro experimento mental. Imaginó cuál sería la situación en un habitáculo cerrado en el espacio exterior, como un ascensor sin ventanas, que se acelerase hacia arriba.

Eso es en resumen la teoría de la relatividad general: la idea de cómo los objetos en movimiento curvan el tejido del espacio y el tiempo, y cómo la curvatura del tejido del espacio y el tiempo indica cómo deben moverse los objetos.

¿Qué sentiríamos? Sentiríamos cómo nuestros pies se pegan al suelo. Si sacásemos unas monedas del bolsillo y las soltásemos, caerían hacia el suelo con una cierta aceleración. Es decir, sería como si estuviésemos sobre la superficie terrestre y su campo gravitatorio.

Introdujo entonces el principio de equivalencia, según el cual los efectos de la aceleración eran equivalentes a los de la gravedad. Y a partir de ahí llegó a la conclusión de que la gravedad no era algo misterioso, sino que viene dada simplemente por la curvatura del tejido del espacio.

Es la teoría más hermosa de la historia de la ciencia, y Einstein la propuso a finales de 1915.

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Además, el próximo día 25 de noviembre (fecha exacta en que, hace cien años, Einstein presentó la parte final de su teoría ante la Academia de Ciencias de Prusia), Materia organiza en Madrid un acto de conmemoración con cinco grandes personalidades de la física mundial, como David Gross, premio Nobel en 2004; Hanoch Gutfreund, reputado experto en Einstein, o el catedrático de Física Atómica, Molecular y Nuclear de la Universidad de Sevilla Manuel Lozano Leyva, autor de libros de divulgación como De Arquímedes a Einstein o El fin de la ciencia:

100 años de Relatividad, evento organizado por Materia en Madrid (25 de noviembre de 2015)

Más información sobre la biografía escrita por Isaacson, en la biblioteca de Por amor a la ciencia:
Einstein: su vida y su universo

Los innovadores: Las mujeres en la era digital

En su libro Los innovadores, donde Walter Isaacson nos descubre la historia de las personas responsables de la creación de dos de las tecnologías que conforman de manera más fundamental nuestro mundo actual, el ordenador e internet, Isaacson dedica una especial atención a algunas de las mujeres pioneras, quienes, con Ada Lovelace a la cabeza, no han tenido en las historias tradicionales todo el protagonismo que merecen.

Transcripción

Las mujeres tienen un papel muy importante en la revolución digital, pero creo que se las ha dejado un poco fuera de la historia.

La cosa empieza con Ada Lovelace, quien, trabajando con Charles Babbage, se da cuenta de que su máquina de calcular, que opera con números, puede hacer muchas más cosas: puede hacer música, procesamiento de textos o, como ella decía, tejer hermosos patrones. Cualquier cosa que se pudiese expresar mediante símbolos.

A muchas de las mujeres de la revolución digital les interesaba el software, las matemáticas. Durante la revolución digital, es habitual que las mujeres estén a cargo de la programación. Una de mis preferidas es Grace Hopper. Hopper trabajó en Harvard con Howard Aiken, el creador del Mark I. Contribuyó a programar esa máquina. Y después pasó al equipo que había creado el ENIAC, que estaba trabajando en un ordenador comercial llamado UNIVAC.

Grace Hopper | Por amor a la ciencia
Grace Hopper, en el documental The Queen of Code

Grace Hopper, junto con un grupo de mujeres trabajando en equipo, compartiendo casi con una mentalidad propia del software libre, crearon COBOL, uno de los primeros lenguajes de programación para ordenadores empresariales.

Un comentario personal: llegué al mundo de Ada Lovelace y de las mujeres en informática a través de mi hija. Estaba en secundaria y le encantaban las matemáticas y la informática. En las solicitudes para entrar en la universidad escribió sobre Ada Lovelace, y sobre Grace Hopper. Y ahora su trabajo consiste en escribir sobre la tecnología y los ordenadores. Fue a través de sus ojos como accedí al mundo de las mujeres y los ordenadores.

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Los innovadores: Cinco lecciones de la revolución digital

[Traducción del artículo «Five Lessons From The Digital Revolution», publicado en Vanity Fair por Walter Isaacson, autor de Los innovadores. Los genios que inventaron el futuro]

Hoy en día se habla tanto de la innovación que el significado de la palabra se ha ido difuminando. Por eso, cuando me propuse escribir un libro sobre la revolución digital, decidí centrarme en varios ejemplos concretos de cómo tiene lugar la innovación en el mundo real. ¿Cómo llevaron a la práctica sus ideas los innovadores más imaginativos de nuestra época? ¿Por qué algunos tuvieron éxito y otros fracasaron? Aquí expongo cinco lecciones que extraje de mi investigación.

1. La conexión entre arte y ciencia

Cuando me embarqué en su biografía, Steve Jobs me dijo: «De niño, siempre me consideré una persona de letras, pero me gustaba la electrónica. Entonces leí algo […] sobre la importancia de las personas que podían ocupar el espacio de intersección entre las humanidades y las ciencias, y decidí que eso era lo que quería hacer.» Y eso hizo de él el innovador de mayor éxito de nuestra época.

Steve Jobs y Steve Wozniak
Steve Jobs y Steve Wozniak (Imagen: Celebrity Network)

La santa patrona de esta intersección entre arte y tecnología fue Ada King, condesa de Lovelace. Su padre fue el poeta Lord Byron, su madre una matemática aficionada, y Ada combinó ambas aspiraciones en lo que denominó «ciencia poética». En la década de 1830, se hizo amiga de Charles Babbage, que estaba desarrollando una calculadora denominada «máquina analítica». En un viaje por las Midlands británicas, Ada vio telares mecánicos que utilizaban tarjetas perforadas para producir hermosos patrones. Su padre, que era un ludita, había defendido a los seguidores de Ned Ludd, que estaban destruyendo estas máquinas porque sustituían a los trabajadores de los telares. Pero a Ada le encantaba esta asombrosa combinación de arte y tecnología, que un día tomaría la forma de una computadora.

Lovelace estableció las bases de lo que sería, un siglo más tarde, la era de las computadoras. La primera de ellas era que las máquinas serían capaces de procesar no solo números sino también cualquier otra cosa que pudiese expresarse mediante símbolos, como palabras, música o imágenes. «La máquina analítica teje patrones algebraicos como el telar teje flores y hojas», escribió. Pero introdujo la salvedad de que, por versátiles que llegasen a ser, las máquinas nunca sería capaces de pensar: «La máquina analítica no tiene ninguna pretensión de ser origen de nada», añadió. En otras palabras, en la combinación de las artes con la tecnología, el papel de los humanos sería el de aportar la creatividad y la imaginación.

2. La creatividad surge de la colaboración

Se suele pensar que las innovaciones surgen de un instante de inspiración en un garaje o en un desván. Pero eso no fue lo que sucedió en la era digital. La computadora e internet son dos de los inventos más importantes de nuestra era, pero pocos saben quién los inventó. No son obra de inventores solitarios susceptibles de aparecer en las portadas de las revistas o de incorporarse al panteón de los Edison, Bell y Morse, sino que la mayoría de las innovaciones de la era digital fueron obras colectivas.

[Fuente: La capacidad de colaboración fomenta la innovación, vídeo de Walter Isaacson]

Ver transcripción
Cuando hablamos de colaboraciones, enseguida pensamos en la de Steve Jobs y Steve Wozniak. Steve Jobs, un gran vendedor, la persona con el sentido del diseño y el brillo. Wozniak, capaz de crear un circuito asombroso con poquísimos microchips. Siempre hay que juntar a gente con mucha visión con personas capaces de llevar las cosas a la práctica.Esto también fue así para los primeros ordenadores. Gente como Presper Eckert, un gran ingeniero que trabajó con un visionario como John Mauchly. Estos nombres no los conoce tanta gente, porque no eran individuos aislados que pudiesen figurar en un panteón, o en la portada de una revista. Solían ser equipos de gente que trabajaba junta.De vez en cuando nos topamos con un innovador que no sabía cómo colaborar. Alguien como John Atanasoff, en la Universidad de Iowa State, que estaba ahí en un sótano, tratando de construir un ordenador con la ayuda de un solo estudiante de doctorado. Nunca logró que funcionasen los lectores de tarjetas perforadas, y cuando la Armada lo llamó a filas, la máquina se quedó allí en el sótano hasta que alguien decidió deshacerse de ella.

Si uno carece del respaldo de un equipo, si es incapaz de llevar a la práctica sus ideas, acaba en la papelera de la historia. Un gran equipo es aquel compuesto por muchos jugadores capaces de jugar en distintas posiciones, como un equipo de béisbol.Si pensamos en los padres fundadores de EEUU, entre ellos había personas apasionadas, como John Adams y su primo Samuel; personas muy brillantes, como Jefferson y Madison; personas de gran rectitud, como George Washington; y, por último, alguien como Benjamin Franklin, el «pegamento» que los unía a todos.

Ese es, en mi opinión, el tipo de equipo que se replica por ejemplo en Intel, con Gordon Moore, Robert Noyce y Andy Grove; o en los Laboratorios Bell, donde hay desde fantásticos científicos de la información a especialistas en trepar a los postes telefónicos que trabajan juntos como un equipo. Cuando pensamos en los equipos que crearon las grandes innovaciones de la era digital, vemos que no estaban formados por un solo tipo de personas, sino que reunían a gente con talentos muy diversos.

Por ejemplo, la computadora moderna. El debate sobre quién merece considerarse como su inventor aún continúa abierto: John Atanasoff, quien llevó a cabo sus trabajos en un sótano de la Universidad de Iowa State a principios de la década de 1940, o John Mauchly, que dirigió un equipo talentoso en la Universidad de Pennsylvania pocos años después. Atanasoff era un visionario solitario, lo que lo convierte en el favorito de los historiadores románticos; a Mauchly, por su parte, le encantaba ir de flor en flor como una abeja, recogiendo ideas y polinizando proyectos en lugares como los Laboratorios Bell, la Exposición Universal de 1939, RCA, las universidades de Dartmouth, Swathmore y, más adelante, la de Iowa State, donde tomó prestadas algunas ideas del propio Atanasoff.

Hasta qué punto Mauchly «robó» algunos de los conceptos de Atanasoff acabaría siendo objeto de una larga batalla legal, pero lo cierto es que, al recopilar ideas procedentes de toda una variedad de experiencias, el comportamiento de Mauchly seguía la tradición de los grandes investigadores. A diferencia de Atanasoff, Mauchly encontró un socio, J. Presper Eckert, que le ayudó a llevar a la práctica su visión, y reunió a un equipo amplio que contaba con decenas de ingenieros y mecánicos, además de un grupo de mujeres que se encargaban de las tareas de programación. El resultado fue ENIAC, la primera computadora electrónica de propósito general operativa en la práctica. La máquina de Atanasoff, sin embargo, aunque se construyó antes nunca se llegó realmente a poner en marcha, en parte porque no hubo ningún equipo que le ayudase a conseguir que funcionase el lector de tarjetas perforadas. Su computadora acumuló polvo en un sótano hasta que, cuando Atanasoff se incorporó a la Armada, se acabaron deshaciendo de ella pues nadie recordaba ya para qué servía.

3. La colaboración, mejor en persona

Uno de los mitos de la era digital es el de que todos podremos trabajar remotamente y colaborar por vía electrónica. Sin embargo, las innovaciones más importantes surgieron de gente que se reunía en persona, en cómodas butacas y no en páginas para chatear: mejor el Googleplex que los Google Hangouts.

Uno de los primeros ejemplos fueron los Laboratorios Bell durante los años treinta y cuarenta. En sus pasillos y cafeterías, los teóricos se juntaban con los ingenieros, experimentalistas, mecánicos curtidos e incluso operarios con las uñas mugrientas especialistas en trepar a los postes telefónicos. Claude Shannon, el excéntrico teórico de la información, se paseaba en bicicleta por los largos pasillos mientras hacía malabarismos e iba saludando a sus colegas. Una metáfora disparatada del fermento que se vivía en el ambiente.

Un grupo de estudio creado ex profeso se reunía cada semana para hablar de materiales semiconductores. Entre sus integrantes estaba un físico llamado William Shockley; un teórico cuántico, John Bardeen; y un hábil experimentalista, Walter Brattain. Bardeen y Brattain compartían espacio de trabajo, y ambos comentaban continuamente sus teorías y resultados experimentales, como un libretista y un compositor sentados al piano. Gracias a su toma y daca, encontraron la manera de manipular el silicio para fabricar lo que llegaría a ser el transistor.

Marissa Mayer, directora ejecutiva de Yahoo!
Marissa Mayer, directora ejecutiva de Yahoo! (Imagen: The Next Web)

Los fundadores de Intel crearon un espacio de trabajo extenso, pensado para grupos, que fomentaba el contacto entre los empleados, desde Robert Noyce para abajo. Cuando Steve Jobs diseñó la nueva sede de Pixar, prestó una atención obsesiva a a manera de estructurar el atrio, e incluso a la ubicación de los aseos, para que se produjesen encuentros fortuitos entre el personal. Una de las primeras decisiones de Marissa Mayer como directora ejecutiva de Yahoo consistió en disuadir a sus empleados de trabajar desde casa, argumentando que «las personas son más colaborativas e innovadoras cuando trabajan juntas».

4. La visión sin capacidad de ejecución es mera alucinación

Las conferencias de tecnología están plagadas de visionarios deseosos de mostrar prototipos y PowerPoints, pero la historia solo recompensa a quienes crean productos reales.

Por ejemplo, AOL fue fundada por William von Meister, un extravagante emprendedor en serie que disfrutaba lanzando compañías y viendo hasta dónde llegaban. Fue uno de los pioneros de una nueva raza de innovadores que, impulsados por la proliferación de inversores de capital riesgo, proponían ideas deslumbrantes pero se aburrían cuando llegaba la hora de ponerlas en práctica. Habría llevado a AOL a la ruina, como había hecho con sus cinco empresas anteriores, de no ser por la intervención de Jim Kimsey, un disciplinado exsoldado, y Steve Case, un director de marketing con mucha sangre fría. Von Meister fue expulsado de la compañía, y Case la llevó a convertirse en el servicio online más importante de los años noventa. Robert Noyce y Gordon Moore, fundadores de Intel, fueron también grandes visionarios. Pero como gestores eran indulgentes, e incapaces de tomar decisiones complicadas, por lo que incorporaron a Andy Grove para que se encargase de los detalles prácticos.

El corolario es que la ejecución sin visión es estéril: cuando los equipos brillantes carecían de visionarios apasionados, como sucedió en los Laboratorios Bell tras la marcha de William Shockley en 1955, o en Apple en 1985, después de la expulsión de Steve Jobs, la innovación se resintió.

5. El hombre es un animal social

Sí, Aristóteles fue el primero en tomar conciencia de ello, pero es algo más cierto que nunca en la era de las comunicaciones. ¿Cómo si no explicar la banda ciudadana, la proliferación de los radioaficionados, o sus sucesores como WhatsApp o Twitter? Internet se ideó para permitir que los investigadores pudiesen hacer un uso compartido de recursos de computación remotos. Pero enseguida hubo gente que sacó provecho de ella para crear el correo electrónico, las listas de correo, los tablones de anuncios, los grupos de noticias, las comunidades online, los blogs, las wikis y los juegos. Los humanos aprovechamos prácticamente cualquier herramienta digital, tanto si se había diseñado para ello como si no, para crear comunidades, facilitar la comunicación, compartir cosas y para permitir el establecimiento de redes sociales. En palabras de William Gibson, escritor ciberpunk: «La calle da su propio uso a las cosas». Lo mismo sucede con la revolución digital.

Fuente: «Five Lessons From The Digital Revolution», de Walter Isaacson, publicado en Vanity Fair

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Los innovadores: Los héroes olvidados de la era digital

En este vídeo (subtitulado en inglés y en español), Walter Isaacson, autor de la biografía definitiva de Steve Jobs, nos presenta a algunos de los protagonistas menos conocidos de su nuevo libro, Los innovadores, que traza la historia de las personas (y equipos de personas) responsables de la creación de dos tecnologías cuya convergencia ha sido fundamental para el advenimiento de la era digital en la que vivimos: el ordenador e internet.

Transcripción

Soy Walter Isaacson, autor de «Los innovadores». Quiero hablarles de algunos héroes olvidados, verdaderos innovadores poco conocidos que contribuyeron a definir la revolución digital.

Para mí, la primera sería Ada Byron Lovelace, la hija de Lord Byron. Su padre era un gran poeta romántico, pero su madre era matemática, y obligó a que Ada solo estudiase matemáticas, porque no quería que acabase pareciéndose mucho a su padre el romántico.

Ada Byron, condesa de Lovelace: la primera programadora. Fuente: Wikipedia.
Ada Byron, condesa de Lovelace: la primera programadora. Fuente: Wikipedia.

Ada Lovelace captaba la conexión existente entre las humanidades, como la poesía, y la tecnología. Y al conectarlas fue capaz de imaginar cómo las tarjetas perforadas, que se utilizaban en los telares ingleses para tejer hermosos patrones, podrían usarse en máquinas calculadoras para permitir que, como Ada decía, pudiesen manejar cualquier cosa que se representase mediante símbolos, como música, arte, imágenes, e incluso poesía.

En mi opinión, ella es la primera de las heroínas olvidadas de la revolución digital.

Otro de los héroes olvidados es Robert Noyce. Alguna gente lo conoce como uno de los inventores del microchip, pero lo que también creó fue el concepto de empresa de Silicon Valley.

Primero creó Fairchild Semiconductor, y después Intel, con su amigo Gordon Moore y un tipo llamado Andy Grove, que realmente sabía cómo llevar las cosas a la práctica.

Andy Grove, Robert Noyce y Gordon Moore, fundadores de Intel. Fuente: Wikipedia
Andy Grove, Robert Noyce y Gordon Moore, fundadores de Intel. Fuente: Wikipedia

Tenían un espacio de trabajo amplio y diáfano. Sin jerarquías. Todo el mundo podía crear equipos y hablar con cualquiera. En Fairchild y luego en Intel, introdujeron mejoras en el transistor, inventaron el microchip (que permite grabar muchísimos transistores en una plancha de silicio) y, por último, el microprocesador (en el que toda la unidad de procesamiento de un ordenador cabe en un pedazo minúsculo de silicio), lo cual hizo posible el nacimiento del ordenador personal.

Uno de los más encantadores de los héroes olvidados de la era digital es Alan Kay. Kay era un personaje muy artístico. Le encantaban la música y las artes, pero era también un gran ingeniero y programador, y trabajaba en Xerox PARC.

Contribuyó al desarrollo de la idea del ordenador personal de mano. Lo llamó Dynabook, e imaginó que los niños de todas las edades lo usarían en la calle.

Boceto del Dynabook de Alan Kay. Fuente: Computer History Museum
Boceto del Dynabook de Alan Kay. Fuente: Computer History Museum

También contribuyó a crear la interfaz gráfica de usuario. En Xerox PARC, Kay y el resto del equipo inventaron el concepto de una pequeña papelera, donde deshacerse de lo que ya no fuese útil; o de las carpetas para organizar documentos. Todas esas ideas visuales que vemos tanto en los ordenadores de Apple como en los que usan Windows. Steve Jobs visitó Xerox PARC, quedó deslumbrado por Alan Kay y el resto del equipo, y así fue como surgió la primera interfaz gráfica de usuario de los ordenadores de Apple, que después incorporaron también el resto.

Entre los héroes olvidados de la era digital está también J. C. R. Licklider, quien merece el título de «padre de internet». Licklider trabajaba en sistema de aire-tierra, sistemas de defensa antimisiles, y comprendió que debían ser muy interactivos, que debían permitir que los operarios pudiesen hacer su trabajo frente a una consola. También comprendió la importancia de tener una conexión instantánea en red.

J. C. R. Licklider, el «padre de internet». Fuente: Computer History Museum
J. C. R. Licklider, el «padre de internet». Fuente: Computer History Museum

Licklider imaginó una red de ordenadores interactivos, y cuando pasó a trabajar para el gobierno, en el Pentágono, en lo que por aquel entonces se llamaba ARPA (Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados), propuso la posibilidad de compartir el uso ordenadores a través de una red. Y de ahí surgió ARPANET, la verdadera precursora de la internet actual.

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